
Ruge (2025) no es solo una película, es una obra de cine expandido que combina performance, montaje en tiempo real y la recuperación de tecnologías obsoletas para ensayar un nuevo lenguaje audiovisual y colectivo. Escrita y dirigida por Diego Stickar, la propuesta se despliega en un espacio nada convencional, un taller en desuso reconvertido en sala de proyección.
La cita convoca los domingos a las 19 hs en General Urquiza 343 (CABA), aunque la función comienza pasados 45 minutos. Esa espera también forma parte de la experiencia, con un bufete improvisado de tragos y pochoclos, mesas con merchandising y asistentes que graban impresiones del público, registros que más tarde se incorporan al montaje sonoro en vivo. Una escalera conduce al primer piso, donde conviven sillas, butacas y bancos de plaza. El público se acomoda sin numeración, en un ritual que rompe con la lógica tradicional del cine.
La narrativa de Ruge se integra a la puesta. La historia transcurre en un universo post-apocalíptico, donde cuatro mujeres artistas —Ángela (Florencia Bergallo), Carola (Miranda de la Serna), Olga (Mónica Raiola) y Fedora (Margarita Molfino)— fundan, junto a sus amigas, un movimiento contracultural llamado el nuevo cine. El relato funciona como un manifiesto político sobre el arte como resistencia y como medio de conexión humana frente a la hostilidad del entorno.
El elenco se completa con Maruja Bustamante, Lali Álvarez, Matías Dinardo, Lucía Raz, Silvina Katz, William Prociuk, Juan Cruz Gallego y Ariadna Prime, quienes suman nuevas capas de sentido a este proyecto colectivo.
El montaje visual y sonoro se realiza en directo, combinando imágenes grabadas con otras generadas en el momento a partir de objetos y dispositivos olvidados. Así, cada función se convierte en una experiencia irrepetible en la que lo que sucede en la pantalla se entrelaza con lo que ocurre alrededor, involucrando a artistas y espectadores por igual.
Cada presentación incorpora la intervención de un invitado distinto y un conversatorio posterior moderado por artistas. En la primera participó Mariana Bianchini, con Silvio Lang como moderador. En la segunda fue Marcos Zoppi, acompañado por Alejandro Tantanian, y en la tercera está anunciada la intervención de Sergio Álvarez, junto a un moderador sorpresa.
Cuando la proyección concluye, la función continúa. Los conversatorios abren un espacio de diálogo en el que los espectadores dejan de ser simples asistentes para convertirse en parte activa del proceso. En Ruge, la obra no termina con los créditos, se prolonga en la conversación, el intercambio y la creación compartida. Esa apertura hace que la experiencia trascienda lo performático para transformarse en una reflexión sobre el propio acto de ver cine.
Ruge no se apoya en la comodidad ni en fórmulas narrativas previsibles. Su apuesta es incomodar, activar y comprometer al espectador, convirtiéndolo en parte del proceso. Su verdadero valor está en proponer otra manera de entender el cine y en devolverle, en cada función, la condición de acontecimiento vivo, único e irrepetible.