miércoles 29 de octubre de 2025
En Rita, lado b (2025), Gabriela González Fuentes se aproxima a Rita Segato no desde la figura pública ni desde la intelectual reconocida, sino desde un lugar de complicidad y desarraigo compartido. Ambas han vivido el exilio: una como venezolana radicada en Buenos Aires; la otra, como argentina que inició su exilio en Caracas en los años setenta. Ese cruce biográfico funciona como punto de partida para una exploración del pensamiento que se origina en el cuerpo, en lo sensible, en aquello que precede a la palabra.
La película propone un retrato que desborda lo biográfico. Segato no es presentada como una académica que explica, sino como una mujer que experimenta y recuerda. El documental construye su narrativa en torno a una premisa que Rita repite: “el pensamiento empieza en el cuerpo”. A partir de esa idea, el film se convierte en un ensayo audiovisual sobre la memoria física del dolor, la maternidad, el deseo y la risa como zonas políticas. No se trata de un registro lineal, sino de un tejido de fragmentos, donde la cotidianeidad (el café, el caminar, el silencio) se entrelaza con su teoría del arraigo, la violencia y los vínculos.
González Fuentes elige mirar a Segato fuera del escenario académico. Allí donde los discursos suelen solidificarse, la directora busca la grieta, la respiración, la pausa. En ese espacio íntimo surge el “lado B”: el de una pensadora que duda, que se contradice, que siente. El film indaga la tensión entre lo que Segato denomina “el proyecto de las cosas” —la lógica del capital y la acumulación— y “el proyecto de los vínculos”, basado en el cuidado y el amor. En esa disyuntiva, la cámara encuentra una mirada política que no necesita proclamas, sino gestos.
Rita, lado b funciona como una reflexión sobre cómo se habita el pensamiento desde el cuerpo y desde los afectos. Más que una biografía, la película se vuelve un ensayo sobre la vida como acto político, en la que pensar, amar y cuidar son gestos equivalentes. Rita Segato emerge así no como una figura distante, sino como alguien que piensa con otros, en un territorio compartido de preguntas y contradicciones.