Especias, tabaco, bananos, oro, petróleo: ¿qué tienen en común productos tan disímiles? Son materias primas que han moldeado la historia de América Latina. En siglos anteriores, y en torno a ellas, surgieron redes comerciales que trajeron progreso, pero también imperialismo y guerra. Y en el siglo actual, con las tierras raras, podría ocurrir lo mismo.
En este tema, como en la mayoría de las noticias del año, el interés viene de las declaraciones y acciones de Donald Trump, que en otras regiones ha demostrado su interés por acceder a esos recursos. En efecto, el presidente estadounidense presionó a Ucrania para firmar un acuerdo que permitirá a Estados Unidos explotar yacimientos de tierras raras en ese territorio, como ‘compensación’ por los millones de dólares que le ha costado su apoyo contra la invasión rusa. Y tampoco ha ocultado sus intenciones de adueñarse de Groenlandia, una región que podría tener enormes reservas de estos elementos.
Pero en la carrera por este recurso, China ya tomó una ventaja difícil de igualar. Ese país tiene el 40 por ciento de las reservas mundiales, es el mayor productor y también se ha consolidado como el mayor consumidor debido a su capacidad industrial. Por ejemplo, en 2023, los países de la Unión Europea importaron de China el 98 por ciento de las tierras raras que necesitaron.
Con estos minerales, China tiene una carta ganadora en el juego de la geopolítica, y la reveló en abril. En medio de la guerra comercial iniciada por Trump, el gigante asiático contraatacó al ordenar la suspensión de exportaciones de seis tierras raras e imanes para motores que se fabrican con estas. Sin embargo, a principios de junio ambas partes llegaron a un acuerdo sobre las tierras raras y las exportaciones de chips de Nvidia, entre otros ítems. Si Pekín hubiera mantenido las restricciones sobre las tierras raras, la fabricación de semiconductores y automóviles, e incluso la industria aeroespacial de Estados Unidos, se habría visto afectada.
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Álvaro Ríos, exministro boliviano de Hidrocarburos, sostiene que “los países con alto desarrollo tecnológico, principalmente China y Estados Unidos, están buscando posicionarse en los yacimientos, como antes lo hicieron en los lugares de minería tradicional, como hierro o cobre”. Ahí nuevamente aparecen, como en tantas otras carreras por recursos naturales, varias naciones latinoamericanas como Brasil, Chile y Bolivia, aunque principalmente el primero. En Brasil se calcula que hay 22 millones de toneladas de estas tierras, lo que pone a ese país como el segundo con más reservas en el planeta.
No son tan escasas pero sí difíciles de producir
“Las tierras raras no son tan raras”, indica el doctor en Ciencias y académico de Geología de la Universidad de Concepción (Chile) Osvaldo Rabbia. En realidad, tampoco son ‘tierras’, según explica.
“Son un conjunto de 17 elementos. 15 de ellos se llaman lantánidos (del elemento 57 al 71 en la tabla periódica), y los otros dos son el escandio (número atómico 21) y el itrio (número atómico 39). Y tampoco son escasos. Tienen la misma o más abundancia que el cobre y que el litio”, señala.
Pero producirlos cuesta mucho capital y esfuerzo, por la dificultad para separarlos entre sí, ya que presentan una afinidad química muy estrecha. Pero vale la pena. El académico indica que son fundamentales en los aparatos de alta tecnología, desde la industria aeroespacial hasta las pantallas táctiles de los celulares, incluso en la energía eólica y en los motores de los autos eléctricos.
De hecho, según Rabbia, la atención mundial se concentró sobre estos elementos desde que Elon Musk abrió su fábrica Tesla en Estados Unidos, lo que generó un aumento de la demanda. Algunas tierras raras, como el disprosio, pueden llegar a valer 250 dólares el kilo, un precio muy alto si se le compara, por ejemplo, con el del cobre, un material ‘caro’ que apenas llega a los siete dólares el kilo.
La atención se concentró sobre estos elementos desde que Elon Musk abrió su fábrica Tesla en EE. UU. Foto:EFE
Lo que no es común es encontrar las tierras raras en grandes yacimientos. Justamente Rabbia tiene su oficina a menos de 20 kilómetros de una de las reservas más importantes de las halladas en Sudamérica en la última década: el proyecto Penco, de la empresa Aclara, en Concepción (Chile). “Eso la hace tan especial; está al lado de un puerto, muy cerca de una gran área metropolitana”, explica el geólogo.
Además, asegura que “es un tipo de depósito poco común fuera de China. La producción sería bien amigable con el medioambiente porque no usaría productos intensivos como ácido y no se requiere molienda, porque son arcillas. Entonces, son relativamente fáciles de tratar y no dejan residuos dañinos”.
Temor en lo local
Justamente, la cercanía a zonas pobladas y los posibles impactos ambientales han generado resistencia contra el proyecto. Precisamente en el municipio de Penco, en una consulta ciudadana realizada en 2022, el 99 por ciento de los votantes se opusieron al proyecto, una actitud respaldada por el actual alcalde. A su vez, el Servicio de Evaluación Ambiental, el organismo estatal que revisa las iniciativas extractivas e industriales de gran tamaño, recibió alrededor de 600 observaciones contra la mina, como que se instalaría en una zona con bosque nativo protegido.
La misma resistencia se repite en los otros países que han encontrado reservas de tierras raras. Guilherme Magalhães, periodista brasileño, explica que en su país todo lo vinculado a expandir la minería genera preocupación. Y no es un temor gratuito. “En 2015 y 2019, los rompimientos de represas de la minera Vale (de hierro) dejaron cientos de muertos y una destrucción ambiental profunda. Ese recuerdo es reciente”, explica.
Aun así, el gigante sudamericano tiene proyectos en carpeta en los que participa el Estado. Las tierras raras no son algo nuevo para este país; en la década de los 50, Brasil lideraba la exportación de estos recursos, aunque para una demanda mundial mucho menor. “Con el tiempo, fue quedándose atrás porque decidió dedicarse a exportar minerales más simples de extraer, como el hierro. Aunque tenemos el 22 por ciento de las reservas mundiales, producimos actualmente solo el uno por ciento”, añade Magalhães.
Pero este escenario podría cambiar muy pronto, y de la mano de China, que busca mantener su posición por décadas: “En los últimos meses, las compañías chinas llegaron con todo. Ya anunciaron cinco negociaciones con las empresas mineras que tienen reservas de tierras raras en Brasil”, sostiene el periodista.
Bolivia y el ayatolá
Así mismo, un país andino está en etapa de negociaciones para explotar sus reservas de tierras raras. Bolivia tiene un cliente internacional que busca, desde hace algunos años, aliados estratégicos entre los gobiernos de izquierda radical de la región: Irán. En efecto, La Paz anunció en marzo de este año una alianza con ese país para la explotación de una superficie de 28.500 hectáreas en dos departamentos: Cochabamba y Santa Cruz. El viceministro boliviano de Minerales Tecnológicos y Desarrollo Productivo Minero Metalúrgico, Ismael Rodríguez, declaró en una conferencia de prensa: “Estamos trabajando en tres áreas principales: investigación científica conjunta, cooperación técnica especializada y posibles inversiones de empresas iraníes en proyectos bolivianos”.
María René Álvarez, diputada de oposición por la Chiquitania, que alberga varios yacimientos, ve con desconfianza la forma como el gobierno de Luis Arce está manejando el plan para extraer estos recursos. A las críticas por las malas experiencias extractivas anteriores, los posibles daños ambientales y la centralización de las decisiones sin tomar en cuenta a los pueblos indígenas, la diputada agrega la vinculación con el país de los ayatolás.
“Es cierto que se necesitan socios estratégicos, pero en el caso de Irán nos exponemos a sanciones internacionales. Esa nación está denunciada por vulnerar derechos humanos y emprender una carrera bélica de alcance nuclear. Por ejemplo, durante el régimen de Evo Morales se habló de la concesión de yacimientos de uranio para la dictadura iraní. Eso habría dejado a Bolivia en una situación comprometedora”, dijo.
Bolivia tiene una larga historia de recursos saqueados o desaprovechados, lo que algunos autores llaman “la maldición de las materias primas”. El cerro de plata de Potosí es un ejemplo que enriqueció a otros, en este caso a España, y dejó en la miseria a Bolivia. Luego, en el siglo XIX, llegó el salitre, el primer ‘oro blanco’, que estaba destinado a convertirse en el sueldo de Bolivia. Pero la guerra del Pacífico dejó todo el recurso en manos de Chile.
Luego vinieron el gas, el litio y ahora las tierras raras. Aunque explotaron el primero, no trajo las promesas de desarrollo que ilusionaron a los bolivianos. Y en cuanto al litio, el segundo ‘oro blanco’, los proyectos de extracción no se han concretado. Por eso, las tierras raras ofrecen una nueva oportunidad. Este 17 de agosto Bolivia celebra elecciones presidenciales, en las que dos candidatos de la oposición lideran las encuestas. En caso de ganar algún aspirante de la derecha, probablemente buscará anular los acuerdos con Irán y buscar otro socio estratégico más cercano.
Para el exministro Ríos es fundamental que esta vez estos recursos beneficien a toda la población. “Se han explotado minerales y recursos naturales, pero no se han aprovechado correctamente para desarrollar los países. Los ingresos han terminado beneficiando a unos cuantos que están en el poder político de turno”. Pero con las condiciones geopolíticas actuales, nada está garantizado.
(*) Miembro de la Mesa Editorial de Connectas. Fue editor en el periódico ‘El Mercurio’ de Antofagasta. (**) Connectas es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas. Este artículo es una versión editada del original.