“L
a no violencia hacia los animales y el animalismo no son lo mismo. ¿Qué lugar darle entonces a la añeja fiesta de los toros? ¿Dónde está colocada hoy políticamente la tauromaquia y su fuerte vínculo con la derecha? El animalismo es una bandera de la izquierda que admite humanizar a los animales de compañía, sin sangre pero con otra forma de dominación, en tanto que la sociedad acepta N procesos de violencia pero rechaza lo que se visibiliza en una plaza de toros”, señala Edurne Uriarte, licenciada en sociología por la UNAM, con formación en historia y divulgación de las ciencias, que trabaja en la UNAM desde hace 12 años en la documentación de colecciones universitarias. Su publicación más reciente sobre las colecciones de la universidad es el artículo “Las colecciones naturales como un elemento de memoria y patrimonio nacional”, dentro del libro Memoria y políticas culturales. Procesos globales, conflictos locales, de la UAM-I.
“Sin trayectoria política en mi familia –añade– hace años me interesé en el análisis y en las ideas, por lo que sin una tradición familiar de izquierda llegar a esos espacios de opinión resultó doblemente difícil. Para mí lo importante es reconocer la ignorancia y aproximarme creativamente a las infinitas posibilidades de conocimiento que aporta la sociología para aplicarlas en la lectura de mi sociedad. Esto me parece indispensable en espacios de certidumbre como el animalismo, una aplanadora cultural y política frente a realidades culturales como la fiesta de toros y, en general, para entender la milenaria relación del ser humano con los animales.
“La sociedad –prosigue Edurne– está fundamentada en procesos de dominación. Eso no significa simplemente aceptar sino cuestionarnos y entender qué queremos transformar y qué papel juega esta dominación sobre la naturaleza y sobre nosotros mismos. Si la tauromaquia va a morir que muera dignamente y no a manos de quienes asumen un papel de superioridad moral sin medir las implicaciones. Antes, los domingos eran de toros en la plaza y en las casas. Hoy, la sociedad se ha vuelto la tumba de la fiesta por su condición sangrienta y anticuada, en medio de unos valores estetizados, sin suficiente comprensión de este tipo de fenómenos culturales.
“La tauromaquia, al igual que otros procesos culturales y rituales, da sentido de vida a miles. Su defensa implica respetar esta expresión, sin embargo, hasta ahora los taurinos no lo han sabido resolver colectivamente por su heterogeneidad y falta de cohesión. Están tan metidos en su concepto de fiesta que no han sabido ver sus condiciones sociales y políticas, y les faltan exponentes que nos hablen a todos, no sólo a ciertos sectores de derecha. Matar un animal bravo es parte del ritual; si no se hace con la integridad esperada, la tauromaquia le da la razón a los animalistas. La fiesta es una promesa y, si no se cumple, se le abre la caja de pandora a todos los antis.
“En un mundo ideal no deberían existir los empresarios. Que las corridas sean un espectáculo que dependa de su ingreso y no del encuentro ritual del humano con el toro y el alto respeto que esto debe implicar, ha dañado mucho la tauromaquia hacia adentro. Además, el Estado y los taurinos se desentendieron mutuamente. Como otras expresiones populares, la tauromaquia creció bajo el amparo del estado, por lo que si la fiesta de toros no logra deslindarse del poder económico y comprender su relación con el poder político, su futuro es por demás incierto.
“Estamos ante la oportunidad de una izquierda en el poder –concluye– que demanda una reflexión más profunda y realista sobre el tema cultural y la aceptación de un conflicto latente siempre. Agravia que veamos a la naturaleza como otro objeto más de dominación ‘buena’. La izquierda necesita cuestionarse si los debates y las decisiones actuales sobre la naturaleza son formas pertinentes de construir sus relaciones con las distintas comunidades del país. La tauromaquia es un microespacio de la política nacional que la izquierda no puede dejar en manos de la derecha. Por eso hay que hablar de toros con cuestionamiento e inteligencia y no dejar que este fenómeno cultural termine así.”