▲ El actorJeremy Allen White, protagonista de la cinta Springsteen: Música de ninguna parte,Foto Macall Polay © 2025 20th Century Studios
E
l director estadunidense Scott Cooper ha seguido una carrera más bien dispareja, con al menos dos películas estimables –su debut Loco corazón (2009) y el western Hostiles: violencia americana (2017). A ese par se añade ahora Springsteen: Música de ninguna parte que, contra las apariencias, no es una biopic convencional.
La biopic roquera suele cubrir tópicos como problemas de adicción, conflictos de pareja, el gradual surgimiento a la fama y el precio que esta cobra. Nada de eso hay en Springsteen (bueno, salvo un breve episodio ficticio de una relación efímera con una joven mesera). Cooper, quien también escribió el guion basado en el documentado libro de Warren Zanes, ha decidido enfocar un periodo específico de la vida de el Jefe, cuando el hombre, afligido por una depresión, se enfrasca en componer y grabar él solo el material que se convertirá en el disco Nebraska.
Se trata, desde luego, de un proyecto más personal e introspectivo que de costumbre, posterior al disco The River y anterior a Born in the U.S.A., el disco más popular de la carrera de Springsteen, que lo convertiría en una superestrella del rock. (No es casual que dos de sus canciones, la titular y Dancing in the Dark, fueran las únicas en ser difundidas por la radio mexicana).
La película es minuciosa y convincente en establecer los elementos de inspiración del músico: la literatura de Flannery O’Connor, la película Badlands (Terrence Malick, 1973), la historia del asesino Charles Starkweather, entre otros. Y también lo que eso significaba en su entorno. El apoyo invariable recibido de su mánager y amigo, el ex crítico Jon Landau (Jeremy Strong), dispuesto a enfrentarse a ejecutivos disqueros exigentes de un éxito comercial. Incluso la banda otrora inseparable de Springsteen, la E Street Band, sería descartada de la nueva grabación por aportar demasiada música que distorsionaba las intenciones originales.
Eso sí, el melodrama asoma en los flashbacks en blanco y negro, en los cuales Bruce niño sufre los abusos de su padre (Stephen Graham), sobre todo cuando son dirigidos a su madre (Gaby Hoffmann). Y también cuando no cumple las expectativas de la chica local (Odessa Young), quien esperaba un romance hecho y derecho.
¿Vemos a Bruce Springsteen tocar en vivo, uno de los puntos centrales de su mitología? Sólo un poquito. Se muestra un flashback al final de una de sus giras, tocando la emblemática Born to Run. Luego hay un par de palomazos que el Jefe se echa con una banda local en el antro The Stone Pony, de Asbury Park. Y, claro, la grabación apoteósica de Born in the U.S.A. Nada más.
Ahora bien, ¿es creíble Allen White como el Jefe? Por mucho que se han disfrazado su cabello rubio, ojos azules y rasgos diferentes a los de Springsteen, hay algo que no funciona. Val Kilmer como Jim Morrison, Jamie Foxx como Ray Charles, Austin Butler como Elvis son algunos ejemplos donde uno olvidaba las diferencias faciales y se creía totalmente las encarnaciones actorales. Mucho me temo que eso no sucede en este caso, aunque Allen White hace un esfuerzo loable por imitar la voz y los modismos de Springsteen.
A fin de cuentas, Springsteen: Música de ninguna parte es informativa. Yo que no soy cultista de el Jefe como lo son mis amigos Oscar Sarquiz y Juan Villoro, ignoraba ese lado depresivo de quien es, después de Dylan, el cronista más cabal del rock estadunidense
Springsteen: Música de ninguna parte
D: Scott Cooper / G: Scott Cooper, basado en el libro de Warren Zanes / F. en C, ByN: Masanobu Takayanagi / M: Jeremiah Fraites / Ed: Pamela Martin / Con: Jeremy Allen White, Jeremy Strong, Paul Walter Hauser, Stephen Graham Odessa Young. P: Bluegrass Films, Gotham Group. Estados Unidos, 2025.
X: @walyder