viernes 31 de octubre de 2025
En Stiller y Meara: nada se ha perdido (Stiller & Meara: Nothing is Lost, 2025), Ben Stiller ofrece un retrato profundamente íntimo y conmovedor de sus padres, los legendarios comediantes Jerry Stiller y Anne Meara. Más que un simple homenaje, el documental se convierte en una exploración de la memoria familiar, del arte y de las complejas relaciones entre ambos mundos cuando la vida y la comedia se entrelazan hasta volverse indistinguibles.
A partir del hallazgo de objetos y grabaciones familiares mientras él y su hermana Amy se preparan para vender la casa de sus padres, Stiller reconstruye la historia de una pareja que marcó la cultura popular estadounidense desde los años sesenta. El material de archivo —presentaciones en The Ed Sullivan Show, entrevistas y videos caseros filmados por Jerry— sirve como vehículo para revivir los momentos más brillantes y también los más vulnerables de una relación creativa y afectiva que duró más de seis décadas.
El documental encuentra su fuerza en esa “línea delgada” entre la ficción y la realidad: discusiones matrimoniales que se transformaban en sketches, tensiones familiares que alimentaban la creación artística. Ben y Amy crecieron en medio de ese juego constante entre lo privado y lo público, un territorio donde el humor funcionaba tanto como escudo como espejo.
Sin embargo, Stiller y Meara: nada se ha perdido no se queda en la nostalgia. Stiller dirige su mirada hacia sí mismo y su propia familia, revelando cómo los patrones, obsesiones y gestos de sus padres continúan resonando en su vida adulta. Su esposa, Christine Taylor, y sus hijos ofrecen testimonios que exponen un retrato sincero: el del hombre que, aun intentando diferenciarse de Jerry, repite sus mismas manías laborales y su devoción por el trabajo creativo.
Con un tono cálido y reflexivo, Ben Stiller convierte este documental en una suerte de terapia pública: un ejercicio de memoria, amor y aceptación. El resultado es un testimonio honesto sobre la herencia emocional y artística que recibimos —y transmitimos—, incluso sin proponérnoslo.