 
        El Cautivo (título original: The Captive), la conceptualmente ambiciosa nueva película de Alejandro Amenábar, traslada al autor de Don Quijote a una Argelia del siglo XVI. El film imagina a un joven Miguel de Cervantes (interpretado por Julio Peña Hernández), rehén de los moros tras sufrir heridas en una batalla naval. Acosado por piratas, se mantiene con vida afirmando ser un «caballero de armas, muy importante», aunque su familia carece de recursos para pagar el rescate.
La premisa más intrigante es la de Cervantes hilando cuentos para sobrevivir, una clara alusión a Las mil y una noches, mientras espera un rescate que nunca llega. Aunque el guion de Amenábar se toma grandes libertades con los hechos biográficos vagos de este periodo de cautiverio, el aspecto de la narración dentro de la narración es menos desarrollado de lo que se podría esperar.
El Giro Homoerótico y la Intimidad con el Regente
Lo que sí emerge es una curiosa y entretenida bioficción, presentada como una intriga de vestuario con un marcado giro homoerótico. La película excede la antigua exotización occidental del mundo árabe, sustituyendo las tradicionales chicas de harén de Hollywood por cuerpos masculinos bien tonificados en el hammam. El carisma y la inteligencia de Cervantes atraen la atención del propio regente de Argel, Hassan Baja (Alessandro Borghi), conocido como Hassan Veneziano.
Baja, un europeo multilingüe con un ascenso forzado al poder musulmán, espía en Miguel a un alma gemela. La relación entre ambos se desarrolla gradualmente hasta volverse física y romántica, ofreciendo a Cervantes días de libertad por la ciudad. Esta intimidad es resentida por sus compañeros de cautiverio, particularmente por el fraile Blanco (Fernando Tejero), mientras que el erudito Padre Antonio (Miguel Rellán) apoya al aspirante a «hombre de letras».
Belleza Visual y Falta de Fusión Narrativa
Esta coproducción hispano-italiana es innegablemente hermosa en su apariencia y pausada en su ritmo. Sin embargo, en el análisis final, su enfoque poco convencional no logra unirse lo suficiente como para causar una impresión duradera. La intriga petulante entre los rehenes y sus captores a veces hace que el propio Cervantes sea un protagonista poco simpático, y el papel de Borghi como el «temido Bey» es convincente, aunque resulta ser una variación del estereotipo del «jeque astuto».
Amenábar parece basar gran parte de su guion en especulaciones modernas sobre la sexualidad del escritor. Aunque no es algo intrínsecamente malo en un contexto de ficción histórica, estos elementos se sienten como un «cumplimiento de deseos» del siglo XXI, lo que resta credibilidad a la ambientación. La película se siente, en ocasiones, más como una miniserie compacta debido a su estructura episódica, y su partitura, también compuesta por Amenábar, es demasiado convencional, subrayando las deficiencias en lugar de elevar la trama. Pese a la evidente convicción de su director, El Cautivo es un salto imaginativo atrevido que no logra despegar por completo.
 
         
         
         
         
         
         
        