El estreno de Mean Girls (2024), una adaptación de la versión musical de Broadway del clásico de culto de 2004, aterrizó en los cines generando una profunda división. Aunque la película demostró ser un éxito financiero para Paramount Pictures, superando los 100 millones de dólares en la taquilla global, la recepción por parte de la crítica y de los fans más puristas fue notablemente tibia y, en ocasiones, negativa.
La principal crítica recayó en el hecho de que la cinta, al ser un musical, perdió gran parte de la mordacidad, el humor negro y la «mala leche» que hicieron icónica a la película original protagonizada por Lindsay Lohan y Rachel McAdams.
Un Tributo Demasiado Cauteloso
Muchos señalaron que la versión de 2024 era un tributo demasiado cauteloso, que repetía las escenas clave punto por punto sin atreverse a innovar o a profundizar en los temas originales. La adaptación de Tina Fey intentó modernizar ciertos chistes y tramas para evitar la controversia de los tiempos modernos, pero el resultado, según los detractores, fue una comedia desdibujada y superficial.
Además, el género musical fue un punto de fricción. Algunos números musicales fueron elogiados, especialmente los interpretados por Reneé Rapp (Regina George), pero otros fueron catalogados como «ñoños» o que ralentizaban innecesariamente la trama. La película se convirtió en un producto que, para muchos, se sintió como una banda tributo a la original, condenada por su propia condición de producto derivado.
El Legado que no Logró Superar
Si bien se alabó la inclusión de diversidad en el nuevo reparto y las actuaciones de Rapp, la mayoría de las opiniones concluyeron que el film fue una oportunidad perdida, demostrando que algunas obras, como el original de 2004, son casi imposibles de replicar. El consenso fue claro: la nostalgia no fue suficiente para maquillar una cinta que, temiendo ofender, se quedó a la sombra de su predecesora.