El Gobierno regional presidido por Isabel Díaz Ayuso ha decidido apostar por el magnetismo del cine como herramienta de promoción internacional, y lo hace con un movimiento ambicioso —y polémico—: destinar 1,5 millones de euros a la próxima película de Woody Allen, que se rodará en la capital y llevará su nombre en el título como condición contractual.
El proyecto, registrado bajo el nombre provisional Wasp 2026, llega acompañado de un calendario de pagos escalonado hasta 2027 y una serie de obligaciones que el cineasta deberá cumplir para percibir la totalidad de la inversión. Desde el anuncio internacional del rodaje hasta el estreno de la cinta en festivales de prestigio, pasando por visitas institucionales al set y un estreno en Madrid con sus protagonistas, la operación está diseñada para maximizar el retorno promocional.
El razonamiento del Ejecutivo madrileño es claro: el impacto turístico del cine es un recurso probado. Barcelona ya experimentó un impulso mediático tras Vicky Cristina Barcelona en 2008, financiada también con fondos públicos de la Generalitat y el Ayuntamiento. En el mismo espíritu, Madrid aspira a consolidar su posicionamiento como destino cultural global, especialmente tras lograr cifras récord de visitas internacionales este verano, con más de cuatro millones de pernoctaciones.
El Gobierno regional defiende que el “turismo cinematográfico” es una herramienta estratégica de marketing global, cada vez más relevante en un mercado turístico competitivo donde las experiencias culturales diferencian a los destinos. La memoria del contrato incide en cómo la presencia de localizaciones icónicas en el cine puede fijar la imagen de un territorio en la memoria colectiva, elevando su atractivo internacional.
No obstante, la elección del director no pasa desapercibida. Aunque Woody Allen es una figura indiscutible en la historia del cine, su reputación ha estado marcada por controversias personales y acusaciones de abuso que han vuelto a la conversación pública con fuerza en la última década, especialmente tras el movimiento MeToo. Aunque las investigaciones oficiales no derivaron en cargos, el debate ético sigue latente y ha llevado a parte de la industria internacional a distanciarse de él.
Este contraste entre retorno económico y controversia moral plantea preguntas inevitables: ¿debe el dinero público vincularse a estrategias de promoción con figuras cuestionadas? ¿El valor cultural y turístico justifica la apuesta? El Ejecutivo madrileño parece convencido de que sí, apoyándose en precedentes exitosos y en el auge del audiovisual como motor económico.
Por su parte, Allen, que en entrevistas ha reconocido dificultades recurrentes para financiar sus proyectos, encuentra en Madrid una oportunidad para volver a rodar en Europa, un territorio donde su cine ha encontrado tradicionalmente mayor respaldo.
Con esta inversión, Madrid pone la alfombra roja a un director consagrado —y debatido— mientras refuerza su estrategia cultural y turística. La cámara rodará en la capital y, con ella, la atención internacional. Ahora queda por ver si la apuesta se traducirá en una auténtica conquista de espectadores… y visitantes. @mundiario