▲ Los zapatos diseñados por Chris Francis se exhiben en su taller en Los Ángeles.Foto Afp
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Periódico La Jornada
Miércoles 29 de octubre de 2025, p. 9
Los Ángeles. En el taller de un zapatero en Los Ángeles, las huellas de la historia de Hollywood están almacenadas del suelo al techo, resguardadas por un artesano que dice que su profesión tiene los días contados.
Arnold Schwarzenegger, Peter Fonda, Elizabeth Taylor, Liza Minnelli, Sharon Stone, Sylvester Stallone, Robert DeNiro, Tom Jones: un sinfín de nombres están rotulados en cajas de zapatos que contienen medidas y moldes de los pies de la crema y nata del entretenimiento.
La colección nació del trabajo de Pasquale Di Fabrizio, un italiano conocido como “el zapatero de las estrellas”, quien en su taller en Los Ángeles confeccionó a mano calzados durante más de cuatro décadas para figuras como Frank Sinatra, Dean Martin, Tina Turner, Jack Nicholson, Fred Astaire y Michael Jackson.
El artesano conocía estos pies como la palma de su mano, y aunque reveló algunos secretos (como los centímetros que le hizo ganar a varias celebridades), otros están resguardados en estas cajas que eventualmente llegaron a manos del zapatero Chris Francis, que no sólo preserva este pedazo de historia, sino un oficio en extinción.
“Hay un poco de todo aquí”, dijo Francis.
“Di Fabrizio creó para todo el mundo, desde los dueños de casinos hasta los actores, los artistas en Las Vegas, Broadway, Hollywood, quien se te venga a la mente de la industria del entretenimiento desde los años 1960 hasta 2008”, agregó.
Algunas de las cajas contienen autógrafos o dedicatorias como la de la actriz Anjelica Huston.
Otras, los diseños usados en películas o series, como en el caso de Sarah Jessica Parker y Julie Andrews.
La lista de estrellas que recubren las cuatro paredes del estrecho espacio es abrumadora, incluyendo hasta la actriz Diane Keaton y el guitarrista de Kiss, Ace Frehley, recientemente fallecidos.
“Algo único”
Francis nunca conoció a Di Fabrizio pero conserva su legado con el mismo fervor con el que mantiene vivo un oficio que, al igual que las cajas, dice ser cosa del pasado.
Antaño, explicó, Hollywood era un lugar ideal para el oficio, dadas las demandas específicas de la industria del entretenimiento, lo que llevaba a muchas estrellas a encargar trabajos a la medida.
“Las celebridades alardeaban sobre cuánto pagaban por un par de zapatos, y querían algo único. Hoy día, más y más celebridades quieren zapatos gratis, lo que está acabando con zapateros como yo”, lamentó.
Además de los cambios en la industria que las redes sociales introdujeron, la producción en masa alteró los patrones de consumo en la industria de la moda, lo que hizo inviable el trabajo artesanal de hombres como Francis o del fallecido Di Fabrizio, quien cobraba miles de dólares a sus clientes.
Francis empezó con la ropa, y fue descubierto por una estilista de la escena del rock mientras cosía una chaqueta de cuero a mano en la banca de un parque público.
“En Los Ángeles es fácil estar en el lugar correcto a la hora correcta”, se ríe.
Pero los zapatos se convirtieron en su verdadera pasión.
Comenzó fabricándolos en su cocina, y se fue de puerta en puerta buscando una pasantía con los maestros del oficio que inicialmente lo miraron con recelo por su pinta de roquero de la vieja guardia.
“Me decían que me juntara a una banda”, cuenta.
“Eran hombres del viejo mundo (…) no hablaban bien inglés, así que tenías que ver y aprender.
“Venían de lugares como Irán, Siria, que habían crecido en fábricas de zapatos en países con problemas políticos (…) encontraron el éxito aquí en Estados Unidos, donde podían mantener este antiguo oficio, hasta que dejó de ser sustentable. Y se dedicaron a reparar.”
Francis, que se mantiene en el negocio en parte por amor al arte, a veces lamenta no haber escuchado uno de sus consejos.
“‘¿Para qué quieres ser un zapatero? Hoy día la gente puede comprar zapatos por 20 dólares’, me dijeron.
“Como profesión”, afirma “es extremadamente difícil sobrevivir”.