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Periódico La Jornada
Miércoles 29 de octubre de 2025, p. 8
San Quintín. Organizado en una prisión en la que están recluidos algunos de los criminales más violentos de Estados Unidos, el Festival de cine de San Quintín no es un evento californiano común.
Las entrevistas en la alfombra roja se llevan a cabo a unos metros de una sala donde cientos de reclusos han sido ejecutados.
Decenas de condenados ven junto a actores de renombre las películas realizadas por sus compañeros de prisión.
Entre ellos se encuentra Ryan Pagan, quien cumple una condena de 77 años por asesinato.
“Siempre quise ser actor. Pero, lamentablemente, esa no fue la vida que tuve’, confiesa.
Su película The Maple Leaf, rodada tras las rejas, compite por el premio al mejor cortometraje.
Pagan, que era un adolescente cuando cometió su crimen y ahora tiene 37 años, espera que el filme le tienda algún día un “puente hacia Hollywood y el empleo”.
Aunque no fue premiada, su película –que cuenta la historia de un grupo de apoyo de presos– fue elogiada por el jurado, compuesto, entre otros, por la directora de Vidas pasadas, Celine Song, y el actor de Anatomía de Grey, Jesse Williams.
“Trabajo excepcional”
San Quntín es la prisión más antigua de California. Durante décadas fue considerada una cárcel de máxima seguridad y el corredor de la muerte más grande de Estados Unidos.
Pero más allá de sus funciones, también fue escenario de un concierto de Johnny Cash, en 1969.
Desde entonces, la prisión se ha convertido en un símbolo de la reforma penal en California, que observa una moratoria de ejecuciones por decisión del gobernador. La silla eléctrica ha sido sustituida por talleres de producción de periódicos, pódcasts y películas.
▲ Presos e invitados en una proyección de cine durante el festival de cine en el Centro de Rehabilitación de San Quintín, California.Foto Afp
Estos proyectos permiten a los reclusos adquirir habilidades profesionales. El 90 por ciento de los prisioneros tendrán que reinsertarse en la sociedad en algún momento.
La fundadora de este festival de cine, la dramaturga y guionista Cori Thomas, ha trabajado como voluntaria en la prisión durante años y quería mostrar a sus colegas de Hollywood el “trabajo excepcional» realizado en San Quintín.
“La única manera era que vinieran aquí para verlo”, señala.
Después de dos ediciones exitosas, el festival se ampliará a una prisión de mujeres en 2026.
Catarsis
La programación del festival también es una oportunidad para que los presos confronten su pasado.
Miguel Sifuentes lleva 27 años en San Quintín condenado a cadena perpetua por asesinar a un policía durante un robo.
Rodar el corto Warning Signs fue para él una experiencia “terapéutica que lo transformó”. Interpreta el papel de un recluso que contempla cometer suicidio.
Asegura que después de ver el filme, algunos prisioneros que ni si quiera conocía se le acercaron para contarle sus pensamientos suicidas.
Chance Andes, director de la prisión, afirma a Afp que la realización de películas y el propio festival contribuyen a “reducir la violencia y las tensiones dentro de los muros”.
También fomentan la reinserción de los prisioneros: “Si devolvemos a las personas a la sociedad sin que hayan resuelto sus traumas y sin habilidades, títulos ni formación, es más probable que reincidan y causen más víctimas”, explica Andes.