«Un espía y medio» (título original: Central Intelligence) se adhiere a la fórmula clásica de la buddy movie de acción y comedia: una pareja dispareja que se ve obligada a trabajar junta en una misión peligrosa. Dirigida por Rawson Marshall Thurber (Somos los Miller), la película no buscó reinventar el género, sino aprovechar la poderosa y espontánea química entre sus dos protagonistas, Dwayne «La Roca» Johnson y Kevin Hart.
La trama comienza con un inteligente flashback a 1996, donde conocemos a Calvin Joyner (Kevin Hart), el estudiante más popular del instituto, y a Robbie Weirdicht (Dwayne Johnson), un chico obeso víctima de bullying masivo. Este contraste inicial sienta las bases del humor y el mensaje temático del film.
Veinte años después, Calvin es un contable aburrido y frustrado, mientras que Robbie, transformado en el musculoso y entusiasta agente de la CIA Bob Stone (Johnson), reaparece en su vida con una sonrisa contagiosa, un entusiasmo desbordante y una camiseta de unicornios.
El sorprendente rol de Dwayne Johnson
El mayor acierto de la película es la subversión de roles. Kevin Hart interpreta al personaje que se esperaba: el histérico y neurótico que se ve arrastrado a la acción. Sin embargo, es Dwayne Johnson quien sorprende al interpretar a Bob Stone como un «niño perdedor gigante» que es simultáneamente una máquina de matar de la CIA y un fanboy inmaduro y sensible.
Esta dualidad la capacidad de Bob para arrancar cuellos con sus manos mientras cita películas de John Hughes le dio a Johnson un registro actoral más amplio de lo habitual, demostrando su gran vis cómica y su capacidad para llenar la pantalla con una presencia guasona y rotunda. La inocencia borderline de Bob Stone es la fuente de los mejores gags de la película.
Humor funcional y acción aceptable
La crítica señaló que, si bien la trama de espionaje es elemental y predecible, los buenos gags y la interacción entre Hart y Johnson consiguen mantener el nivel de risas lo suficientemente alto. El film logra una mezcla aceptable de humor sencillo y acción funcional, evitando que uno sature al otro.
Más allá de la diversión, la película incorpora un mensaje inesperadamente bien llevado: la condena al acoso escolar. El trauma sufrido por Bob Stone en la adolescencia y su transformación lo convierten en un vehículo para hablar sobre las cicatrices del bullying, añadiendo un pequeño toque emocional que el público apreció.
En resumen, «Un espía y medio» no es una obra maestra de la comedia de acción, pero es una película de evasión honesta y placentera. Su éxito radica en que cumple lo que promete: dos horas de entretenimiento directo, impulsadas por una de las duplas cómicas más efectivas del cine moderno.