martes 28 de octubre de 2025
En Mal vivir (Mal Viver, 2023), João Canijo convierte el espacio físico en reflejo del encierro emocional. Junto con su familia, Piedade vive y trabaja en un hotel en algún lugar de Portugal, espacio que funciona como extensión de su encierro interior. La cámara fija y los encuadres parciales obligan al espectador a mirar desde el margen, como si participara de conversaciones que no terminan de ser oídas. Esta decisión estética reproduce la distancia afectiva que domina la vida de sus personajes.
Cinco mujeres —madre, hijas y primas— conviven bajo el mismo techo, unidas por la sangre pero separadas por la incomunicación. Canijo articula la historia como una cartografía del resentimiento, donde cada diálogo encubre una herida previa. El amor materno-filial se presenta como un vínculo erosionado por años de silencios acumulados. En este universo, hablar es un gesto peligroso: cada palabra abre una grieta y cada intento de reconciliación activa un nuevo enfrentamiento.
El tratamiento visual de Canijo es deliberadamente opaco. Tabiques, estores y reflejos construyen una sintaxis del encierro. La superposición de voces, recurso que anula la jerarquía del diálogo, acentúa el caos emocional: todos hablan, nadie escucha. Este ruido del alma, sostenido por un diseño sonoro minucioso, reemplaza al lenguaje como vehículo de sentido.
Mal vivir puede leerse como una variación contemporánea del melodrama: allí donde el género solía resolver el conflicto mediante la catarsis, Canijo propone la persistencia del malestar. No hay redención ni reconciliación posible, solo la evidencia de que la violencia emocional —interna o heredada— estructura la identidad familiar. El díptico que forma con Vivir mal (Viver Mal, 2023) refuerza esta idea: cada película mira el mismo dolor desde un ángulo distinto, como si el cine necesitara dos espejos para revelar una sola verdad.
Canijo disecciona la imposibilidad del afecto en un entorno dominado por la represión emocional. El hotel, espacio de tránsito y permanencia, encierra a sus habitantes en un círculo de repeticiones donde el amor se confunde con el daño. Mal vivir no busca conmover sino exponer la fragilidad de los lazos que sostienen la vida en común.