domingo 26 de octubre de 2025
En el ámbito del guion cinematográfico, los manuales suelen dividirse entre los que promueven la inspiración y los que sistematizan la técnica. El pequeño manual del guionista de Marc-Olivier Louveau (La Marca Editora) se inscribe en la segunda tradición, pero con una diferencia significativa: su lectura no busca adoctrinar al escritor, sino acompañarlo en un proceso que combina disciplina, intuición y método.
El autor —guionista, script doctor y realizador— parte de la premisa de que todo relato audiovisual es una arquitectura emocional. El libro propone un recorrido que va desde la construcción de personajes hasta la organización estructural de la historia, ofreciendo ejercicios que permiten convertir la teoría en práctica.
Louveau entiende que la teoría, sin acción, se diluye. Por eso, cada capítulo del libro alterna entre conceptos fundamentales —como el arco del personaje, la progresión dramática o el conflicto interno— y herramientas aplicables. El resultado es una estructura pedagógica que permite que el lector experimente el proceso creativo desde adentro.
En lugar de enumerar reglas, Louveau propone mecanismos de descubrimiento. El guionista no debe imponer una forma al relato, sino encontrar la que mejor se adapte al universo emocional de su historia. En este sentido, la escritura de guion se convierte en un ejercicio de escucha: del personaje, de la escena y del propio ritmo narrativo.
Uno de los aportes más interesantes del libro es su enfoque en la acción dramática como eje de la narración. Louveau insiste en que toda escena debe tener un propósito dentro de la totalidad del relato, evitando la acumulación de situaciones sin dirección. De este modo, el guion se construye como una cadena de decisiones donde cada elemento tiene un sentido dramático y simbólico.
El autor introduce además técnicas para perfeccionar los diálogos y diseñar giros narrativos que mantengan la tensión. Su método dialoga con los clásicos del oficio —de Syd Field a McKee—, pero desde una perspectiva más humanista: el guion no es un mecanismo, sino una forma de pensamiento en movimiento.
Más allá de su utilidad práctica, El pequeño manual del guionista puede leerse también como una reflexión sobre el lenguaje audiovisual como herramienta de conocimiento. La estructura narrativa no es solo una forma de contar historias, sino una manera de pensar el mundo. Louveau invita a reconocer en el acto de escribir un gesto de observación y transformación, donde el guionista deviene traductor de lo invisible.
El libro se convierte así en una obra que trasciende el manual técnico: un texto de acompañamiento para quienes buscan comprender el cine desde su materia prima —la escritura— y no únicamente desde el resultado final.