domingo 26 de octubre de 2025
Una placa al comienzo de The Vortex (2025) recuerda que el 21 de noviembre de 1980 se incendió una parte del casino MGM Grand de Las Vegas a raíz de una falla eléctrica. Los 85 muertos y los cientos de heridos (se habla de entre 600 y 700) convirtieron al suceso en una de las grandes tragedias de la ciudad que nunca duerme. El realizador Richard Zelniker propone una curiosa manera de aproximarse al hecho al centrarse en lo ocurrido durante las horas previas con un comediante adicto al juego.
Las luces de neón y las nubles de humo sobrevolando el techo muestran que Zelniker elige el camino del encierro para hablar de un mundo sin salida. Situada en apenas un puñado de escenarios (una sala de máquinas tragamonedas, el camarín del comediante, un pasillo), The Vortex describe la amarga parábola sobre la adicción, la fe y la imposibilidad de renacer que atraviesa Pete (Billy Gardell), un humorista de segunda línea que pasa sus noches apostando el dinero que no tiene y contando chistes que hacen reír a pocos.
Su vida se repite como una rutina mecánica, hasta que con la irrupción de una mujer indígena -una limpiadora que podría ser tanto un espectro como una encarnación del azar- comienza una noche en la que irán sentándose ante él distintos personajes que orbitan alrededor del casino, desde empleados hasta personal de seguridad y colegas. Con ellos la película adquiere la forma de un viaje introspectivo en el que salen a la luz diversos problemas, miserias íntimas, secretos y deseos.
Lejos de caer en el teatro filmado, Zelniker filma con una cámara que se mueve como el mismo nervio que la consciencia de Pete. La iluminación azulada y los planos cerrados transforman el casino en un infierno circular donde cada giro del tragamonedas puede esconder la clave de un futuro que está a la vuelta de la esquina.