El cine español está atravesando un momento de cambio profundo. Lejos de los grandes presupuestos o las fórmulas seguras, una nueva generación de cineastas está explorando temas universales desde prismas personales, íntimos y, en muchos casos, radicales.
En festivales como la Seminci de Valladolid o la próxima Semana del Cine Español de Carabanchel, las tendencias son claras: la espiritualidad, la identidad y la tecnología se cruzan para redefinir el lenguaje cinematográfico. Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, aborda el conflicto entre fe y libertad desde la mirada femenina; mientras que Singular, de Alberto Gastesi, se atreve a unir el duelo y la inteligencia artificial en un mismo plano emocional.
En paralelo, el auge del cortometraje español —reivindicado por el mismo festival de Carabanchel, que su próxima edición suma una categoría de animación, la cuál está reviviendo en el paós— ha devuelto visibilidad a los formatos breves, donde surgen muchas de las voces que después consolidan la renovación del cine nacional.
Incluso la investigación y preservación del cine histórico cobran fuerza con proyectos como el Diccionario de las relaciones cinematográficas Cuba-España, que subraya la necesidad de revisar las raíces culturales compartidas entre ambos países.
La nueva generación de autores españoles no busca solo contar historias, sino replantear cómo las contamos: más cercanas a la emoción, menos atadas al mercado y abiertas a temas tan diversos como la religión, el duelo o la inteligencia artificial. En esa tensión entre lo humano y lo tecnológico, entre lo espiritual y lo mundano, late el futuro del cine español. @mundiario