
Maricota y el tiempo, historia de amor que recorrió 20 años y miles de kilómetros
▲ Crisol de imágenes incluidas en la película dirigida por Iván Ávila Dueñas, que se proyectará el 28 de octubre en Cinemex Insurgentes.Foto cortesía de la producción
Jorge Caballero
Periódico La Jornada
Jueves 23 de octubre de 2025, p. 7
Cuando el director zacatecano Iván Ávila Dueñas estaba dándole vueltas al círculo para encontrar la dorsal de su documental Maricota y el tiempo, “sabía que existía una bodega abandonada en caleras, Zacatecas de la familia Molina Merino, protagonista de la historia. Estaba buscando unos cuadernos míticos de los que todos hablaban pero que nadie sabía dónde estaban. Cuando logré entrar a esa bodega, sobre un escritorio, vi un manojo de llaves. Me dije a mí mismo: estas llaves abren lo importante. Ahí todo cobro sentido”.
Maricota y el tiempo es un documental titánico que narra la historia de vida de una boliviana y un mexicano (Hortensia y Raúl) que se enamoraron en el Amazonas. Esta insólita historia se entreteje con los radicales cambios geopolíticos y económicos que dieron forma al siglo XX. La explotación de materias primas, el desarrollo industrial, las guerras mundiales, las crisis económicas y el encumbramiento del crimen organizado son algunos de los principales temas que se exploran como contexto de esta historia de amor secular. A partir del punto de vista íntimo de esta pareja, y del relato de sus sueños, triunfos y fracasos como testigos del mundo y su vaivén, se construye una sutil, pero profunda reflexión sobre el sentido de la historia de la humanidad.
Mosaico plástico
El documental tomó 20 años y miles de kilómetros recorridos, ya que para su producción se grabaron imágenes en Brasil, Bolivia, Francia y México. La utilización de miles de imágenes de archivo y documentos históricos –en formatos que van desde fotografía análoga de 35 milímetros, diapositivas a color, material en 8 y 16 milímetros, fotografía microscópica, hasta imágenes satelitales en 4K– genera un mosaico plástico con el que se entreteje la micro y la macrohistoria del siglo XX, dando como resultado un objeto fílmico único en su especie.
Continuando su charla con La Jornada, Ávila Dueñas comentó: “trabajar con materiales de archivo en el proceso de investigación es delicado, te va llevando a encontrar imágenes, pietaje, fotografías, documentos y entonces, antes de sentarnos a editar, hicimos una investigación somera de todas las fuentes para saber si era factible conseguir esos derechos antes de montar, porque es muy difícil quitar una imagen de la que ya te enamoraste o que funciona de manera perfecta; si no tiene los derechos te entorpece mucho el proceso. Entonces, lo primero en la investigación, es encontrar una serie de fuentes que nosotros considerábamos factibles de usar. Con la ayuda del editor, Pedro Jiménez, tratar de ser lo más concretos que pudimos, porque el guion era más amplio, a través de la imagen decidió no desviarse en ciertos subtemas de la cinta o no salirnos de las subtramas, concretarnos. Porque lo más difícil fue terminar de armar el rompecabezas y que tuviera una lógica constante”.
La historia contenida en Maricota y el tiempo comienza mucho antes de que Raúl y Hortensia se conocieran. Raúl Molina Chaparro nació en 1914 en Parral, Chihuahua. Su madre murió cuando él apenas era un niño, lo que provocó que pasara su infancia en la hacienda de sus abuelos, donde aprendió el amor por la lectura, las novelas de aventura y, sobre todo, se aficionó a la revista National Geographic. Casi al mismo tiempo, pero a 5 mil kilómetros de distancia, nació Hortensia Merino Roca, en la Amazonia boliviana. Sus primeros años de vida transcurrieron en un pequeño poblado llamado Fortaleza del Abuná, en la frontera con Brasil. En esa zona, su padre fungía como agente aduanero y era dueño de una concesión para la explotación del caucho. Hortensia pasó su infancia en un internado en la ciudad de Trinidad. Años después, ya estudiando en Cochabamba, se aficionó a la música y al cine mexicano. Raúl pasó su juventud soñando con viajar a tierras lejanas. Pensaba en África, pero los conflictos bélicos del continente lo llevaron, en 1937, a Brasil. Específicamente, quería experimentar la vida en la selva amazónica y dedicarse a la explotación del caucho. Dejar a su familia no fue un impedimento, ya que nunca se sintió parte de ella. Un año después de su partida, llegó a la frontera de Brasil con Bolivia, sobre el río Abuná, donde aprendió el oficio del caucho como seringueiro. Todo lo producido en la zona tenía como destino alimentar las industrias bélicas de los países europeos, que pronto entrarían en la Segunda Guerra Mundial. Esa circunstancia generó una “fiebre del caucho”, lo que permitió que Raúl pudiera asentarse en la zona, y el negocio de la familia de Hortensia floreciera. El flechazo entre Hortensia y Raúl fue inminente, aunque tardaron varios años en formalizar su noviazgo.
El productor del documental es Jorge Molina Merino, hijo de Hortensia y Raúl, y además es crítico de cine. Él compartió con La Jornada: “me gustan mucho las películas que tienen demasiadas capas y muchos contextos, lo que me interesó de la idea de Iván, fue hacerla así, de esta manera, la historia de los personajes comunes que viven situaciones extraordinarias, pero realmente, como todos los humanos, están viviendo situaciones ordinarias por lo que nos toca vivir en lo político, en lo económico, etcétera. Entonces me gusta mucho eso; algunos me han dicho que esta película es un poco densa, que es pesada, que no se lee ligeramente… no sé, a mí me encanta, me gusta mucho la cinta porque es el tipo de cine que consumo y conozco. Iván y yo queríamos hacer algo juntos y la posibilidad se dio en esta película y creo que ese es el tipo de película rica, no sé si sea didáctica o no, pero sí te da una historia de lo que fue el siglo XX sobre todo porque pasó muy rápido todo”.
El actor Joaquín Cosío es el narrador omnipresente del documental: “trabajé en otra película de Iván hace tiempo, nos dimos cuenta que teníamos bastantes afinidades… Desde mi punto de vista, esta cinta fue para mí una experiencia muy entrañable porque siempre es algo novedoso por el espíritu de indagación. Narrar me parece lo más complicado que hay, es complejo, hay que mantener un tono, un ritmo y contrarrestar una monotonía que es el principal enemigo, hay que darle color y entonación a la narración. Me gustó mucho la invitación, la historia me parece también muy entrañable, es típicamente un relato de amor dentro de este contexto tan singular; la historia de amor de dos personajes que pudieran ser disímbolos y que de pronto se encuentran y participan en cosas memorables”.
Maricota y el tiempo es parte del Festival DocsMX que se desarrolla actualmente en la Ciudad de México. El 28 octubre tendrá su proyección a las 20 horas en Cinemex Insurgentes y el 29, a las 16:30 horas, en el Parque España, en la colonia Condesa.