
El cine vuelve a mirar al amor, pero ya no desde la idealización, sino desde la herida. En un mundo saturado de estímulos, donde los vínculos parecen fugaces y el afecto se consume como un producto más, cada vez más películas reivindican el amor como un acto de presencia, incluso cuando llega teñido de duelo o melancolía.
Películas como Vidas pasadas (Past Lives, Celine Song, 2023), Desconocidos (All of Us Strangers, Andrew Haigh, 2024) o la española Singular (Alberto Gastesi, 2025) exploran el amor desde su reverso: el paso del tiempo, la pérdida y la imposibilidad de volver a lo que fuimos. En ellas, el amor no se representa como destino, sino como huella.
En Vidas pasadas, dos amigos de la infancia se reencuentran décadas después, enfrentándose a la vida que no compartieron. La película convierte el reencuentro en un espacio de silencio y aceptación: el amor como posibilidad que persiste, aunque nunca se consuma. En Todos somos desconocidos, un guionista solitario revive el amor perdido y reencuentra a sus padres fallecidos, en una historia que diluye las fronteras entre realidad y recuerdo. Ambas películas plantean que amar es también aceptar la impermanencia.
Por su parte, Singular lleva esta reflexión al terreno de la ciencia ficción emocional. Doce años después de la muerte de su hijo, una pareja se reencuentra con una inteligencia artificial que replica su presencia. Gastesi utiliza el duelo como detonante para preguntarse si la tecnología puede suplir lo que solo la memoria sostiene.
Otra obra reciente, Aftersun (Charlotte Wells, 2022), ahonda en esa herida luminosa: una hija recuerda unas vacaciones con su padre, sin saber que está asistiendo a una despedida invisible. El amor aquí no se dice, se intuye; vive en los gestos, las miradas y lo que queda cuando la imagen se apaga.
Todas estas películas —tan distintas en género y tono— comparten una certeza: el amor es más fuerte cuando se enfrenta a su ausencia. En tiempos donde la inteligencia artificial promete simular los afectos y las redes sociales reducen la emoción a emojis, el cine se rebela volviendo a lo esencial: la vulnerabilidad de sentir.
Hablar de amor en el cine de hoy no es ingenuo, sino revolucionario. Significa reconocer la necesidad de cuidar, perder y seguir creyendo en la ternura. En una época que celebra la inmediatez, estas historias nos recuerdan que amar —aunque duela— sigue siendo lo más humano que tenemos. @mundiario