
Durante décadas, el cine de terror se apoyó en fórmulas reconocibles: casas encantadas, posesiones, asesinos enmascarados o fuerzas del más allá. Pero en los últimos años, una nueva ola de directores y guionistas ha transformado el género, llevando el miedo del plano sobrenatural al psicológico y social. El resultado es un tipo de thriller que ya no busca solo asustar, sino también incomodar, hacer pensar y reflejar las grietas del presente.
Películas como Déjame salir (Jordan Peele, 2017), Hereditary (Ari Aster, 2018) o El menú (Mark Mylod, 2022) ejemplifican este cambio. En lugar de monstruos o fantasmas, los verdaderos horrores provienen de la discriminación racial, la pérdida familiar o el clasismo disfrazado de sofisticación. Peele inauguró el llamado “terror social” al convertir el racismo en una pesadilla literal, mientras que Aster consolidó el “terror del duelo”, donde la familia se convierte en el escenario de lo indecible.
En Europa, títulos como No hables con extraños o la española La mesita del comedor han ampliado el concepto, mostrando cómo la cortesía o la pasividad pueden transformarse en instrumentos de horror. Más que castigar a los personajes, estos filmes desnudan el miedo colectivo a romper las normas o a enfrentarse al propio vacío emocional.
La tecnología también ha sido un detonante clave en esta evolución. Series como Black Mirror, especialmente en sus primeras temporadas y películas recientes como Singular de Alberto Gastesi (2025) o La zona de interés (Jonathan Glazer, 2023) plantean una nueva forma de horror: el del algoritmo, la desconexión empática y la repetición infinita de la violencia. La inteligencia artificial y la vigilancia digital se convierten en nuevas figuras del mal, más reales que cualquier criatura paranormal.
En el contexto latinoamericano, cintas como Huesera (Michelle Garza Cervera, 2022) o Cuando acecha la maldad (Demián Rugna, 2023) fusionan lo sobrenatural con la crítica social, retomando la raíz del mito para hablar del cuerpo, la maternidad o la fe como territorios de resistencia y condena.
Lo que une a estos thrillers contemporáneos no es el miedo a lo desconocido, sino la sensación de que ya no hay refugio posible. Ni la ciencia, ni la religión, ni la familia garantizan consuelo. El horror actual es reflejo de un mundo hipersensible y saturado, donde lo monstruoso se disfraza de normalidad.
El terror contemporáneo se redefine como un espejo: muestra lo que somos cuando las luces se apagan y el silencio deja al descubierto lo que tememos ser. @mundiario