
La relación entre el cine y la inteligencia artificial ha dejado de ser una fantasía futurista para convertirse en una reflexión contemporánea. Desde las superproducciones de James Cameron hasta el cine de autor más introspectivo, la IA ya no es solo un tema narrativo, sino una herramienta creativa que redefine el proceso mismo de hacer películas.
El estreno de Singular, dirigida por Alberto Gastesi, ilustra bien esa transformación. Su historia parte de un duelo humano: una madre especialista en inteligencia artificial que, tras la muerte de su hijo, se enfrenta a la posibilidad de “reconstruirlo” digitalmente. Lo que antes era ciencia ficción ahora se percibe como un dilema ético y emocional cercano. En la película, la tecnología no es un enemigo, sino un espejo de nuestra necesidad de comprender la pérdida y la memoria.
En el extremo opuesto del espectro industrial, James Cameron continúa ampliando los límites de lo posible con Avatar y su próximo documental Fuego y agua: cómo se hicieron las películas de Avatar. Su trabajo con captura de movimiento, renderizado en tiempo real y animación bajo el agua demuestra que la IA también puede ser un aliado técnico para explorar nuevas formas de expresión visual. En sus propias palabras, la tecnología no sustituye al arte, lo amplifica.
La inteligencia artificial ya participa activamente en la creación cinematográfica
Ahora hay guiones generados por modelos de lenguaje, sistemas de montaje automatizado o asistentes de edición basados en aprendizaje automático. Sin embargo, esta evolución despierta preguntas profundas sobre la autoría y la emoción: ¿puede una máquina contar una historia que nos conmueva? ¿Dónde termina el talento humano y empieza la programación?
Para muchos directores europeos, como Gastesi o Dag Johan Haugerud (Sueños en Oslo), el desafío no está en reemplazar la mirada humana, sino en usar la tecnología como un medio para profundizar en ella. Ambos utilizan la pantalla como un espacio de introspección, donde la IA se convierte en metáfora del deseo, la pérdida o la búsqueda de sentido.
En el debate actual, Hollywood y Europa muestran dos caminos distintos: mientras las grandes producciones invierten en innovación visual y automatización, el cine independiente usa la IA como herramienta de pensamiento y crítica. La tecnología se vuelve un reflejo de nuestras contradicciones: la búsqueda de perfección técnica frente a la fragilidad emocional que define al ser humano.
Al final, el futuro del cine no se decidirá en los laboratorios, sino en la preferencia de los espectadores. Las historias seguirán siendo humanas, pero el modo de crearlas y contarlas ya pertenece a una nueva era donde la imaginación y la inteligencia artificial escriben el guion juntas, no en competencia. @mundiario