S
iempre es grato volver al festival de cine más útil e importante del país. En un año en el cual la competencia de largometrajes mexicanos fue en especial sólida –ningún petardo a la vista–, la programación del 23 festival de Morelia se vio complementada por la usual colección de obligatorios estrenos internacionales.
De los once largometrajes nacionales en competencia, sólo no alcancé a ver Juana, el debut como director del actor Daniel Giménez Cacho. Al escribir este artículo todavía ignoro cuáles fueron los premiados de acuerdo con el jurado, pero a mi juicio personal hubo varios títulos meritorios.
Entre ellos, sobresale El guardián, primer trabajo de ficción de la documentalista Nuria Ibáñez. Retomando el ambiente costeño de su anterior Una corriente salvaje (2018), la película tiene por protagonista a Basilio (Basilio Moncada), un hombre solitario contratado para cuidar una playa desierta. En un momento dado, todo se le vuelve en contra: el patrón nunca le paga, una denuncia que hace le resulta contraproducente y hasta pierde a su único amigo (Gerardo Trejoluna). De alguna forma es emotiva la obstinación del personaje, que ostenta una rara dignidad, gracias en buena parte a la interpretación de Moncada, sorprendente en tanto no es un actor profesional.
Por su parte, David Pablos ofreció su película más contundente a la fecha. En el camino es una intensa road movie sobre el improbable amor que se da entre dos hombres, el camionero nominalmente heterosexual apodado El Muñeco (Víctor Miguel Prieto) y el joven Veneno (Osvaldo Sánchez), conecte de drogas al menudeo. La relación se desarrolla sobre el filo de la navaja en lo que se descubre la deuda que el segundo tiene con el narco. Bien filmada como todo lo de Pablos, la película se mueve en una atmósfera sórdida de peligro, con un número récord de escenas homoeróticas que, seguramente, van a provocar escozor entre los pudibundos.
Otra sensible historia de amor gay, enclosetado, pudo verse en la ópera prima Adiós, amor, de la realizadora Indra Villaseñor Amador, egresada de la ENAC. Ambientada con mucha convicción en Sinaloa, la película narra el regreso a México de Chuy (Ernesto Rocha), quien fracasó en Estados Unidos en su intento de ser cantante. En este caso, el protagonista oculta su relación de antaño con el ahora joven narco Chano (Nick Angiuly), que vuelve a aflorar cuando aquél pretende llevar una vida convencional de hombre casado. Hay mucho simbolismo con la figura de un león suelto por la zona, pero funciona.
La reserva es otro promisorio debut de un egresado de escuela de cine, en este caso el CCC. El novel director Pablo Pérez Lombardini emplea una sobria narrativa en blanco y negro, para situarnos en una reserva ecológica, Monte Virgen, donde la guardabosques Julia (Carolina Guzmán) enfrenta sola el problema de la tala ilegal apoyada por el narco. Pérez Lombardini emplea muy bien la elipsis para contar su historia y no muestra un solo acto de violencia para ilustrar el conflicto. No hace falta, sabemos de sobra que la protagonista está condenada.
Fuera de competencia, pude ver La noche eterna del Baby’O, nuevo y disfrutable documental de Emilio Maillé, que narra la resiliente leyenda de la acapulqueña discoteca epónima. El cineasta ha mezclado mucho material de archivo, entrevistas con los dueños Eduardo Césarman y Rafael Villafañe, entre varios otros testigos y una banda sonora irresistible en su nostalgia, para establecer qué tan emblemático ha sido todo eso en la historia de Acapulco y del país mismo. Por desgracia, el documental no se estrenará en salas –donde su rítmico sonido puede ser mejor apreciado– sino en la plataforma Vix, en noviembre.
X: @walyder