
Aquel último tiburón es un largo documental dirigido por Víctor Matellano y Ángel Sala que recupera una de las anécdotas más sorprendentes de la historia del cine de explotación europeo: el caso de El último tiburón (L’ultimo squalo), la película italiana que en 1981 se hizo pasar por la tercera entrega oficial de Tiburón, engañando a los espectadores y provocando un conflicto legal con Universal Pictures.
El documental, producido por Womack Studios y 39 Escalones Films, repasa la aventura del legendario cineasta Enzo G. Castellari (Roma, 1938), quien se atrevió a desafiar a la maquinaria hollywoodense con una copia descarada y, al mismo tiempo, fascinante de la franquicia de Steven Spielberg. Castellari, autor de clásicos del cine de acción como Aquel maldito tren blindado (1978), asiste en persona al estreno mundial del filme en el Festival de Sitges este 18 de octubre, donde además recibirá el Premio Màquina del Temps.
Matellano y Sala plantean Aquel último tiburón como un homenaje al cine europeo de los setenta y ochenta, una era en la que las imitaciones, los préstamos y los homenajes eran parte esencial de la cultura cinematográfica. En ese contexto, L’ultimo squalo se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo la industria italiana supo absorber los éxitos de Hollywood para adaptarlos a su propio estilo: rápido, visceral y con una creatividad casi artesanal.
“El póster más difundido de L’ultimo squalo es toda una declaración de principios —explican los directores—. Muestra el dibujo de la cabeza de un tiburón copiado directamente de una imagen promocional del Tiburón de Spielberg. Una metáfora visual del modo en que el cine se copia, se inspira y se devora a sí mismo.”
La cinta italiana, estrenada en Estados Unidos como Great White, fue un éxito inmediato, pero también una pesadilla para Universal, que consiguió detener judicialmente su exhibición por plagio. Precisamente en esa batalla entre el “pez pequeño” y la “major” norteamericana se centra el documental, que utiliza este episodio para reflexionar sobre los límites de la originalidad, el poder de la industria y la fascinación que genera la transgresión cinematográfica.
Aquel último tiburón es también la segunda colaboración entre Matellano, Sala y las productoras Womack Studios y 39 Escalones, después de Call Me Paul, otro trabajo que exploraba las huellas del cine de género europeo a través de la figura de Paul Naschy. El nuevo documental, rodado en Roma, cuenta con dirección de fotografía de Daniel Salas y David Cortázar, música de Javier de la Morena, efectos visuales de Daniel Fumero y arte de Santiago García-Clairac.
Más que una historia sobre un escándalo cinematográfico, Aquel último tiburón es una declaración de amor al cine que se atreve a desafiar y a sobrevivir. @mundiario