
viernes 17 de octubre de 2025
Agustín Díaz Yanes regresa al cine con Un fantasma en la batalla (2025), un thriller político ambientado en los años de la lucha armada de ETA que convierte la infiltración en una alegoría sobre la pérdida de identidad. La película, inspirada en hechos reales, sigue a Amaia, una guardia civil reclutada para infiltrarse entre los simpatizantes de la organización terrorista. Su misión la obliga a desaparecer dentro de su propio papel, hasta volverse un cuerpo sin nombre, una sombra al servicio del Estado. El film dialoga con La infiltrada (2024), de Arantxa Echevarría, pero lo hace desde una perspectiva más íntima y menos literal, desplazando el centro de gravedad hacia el conflicto interior de quien vive entre dos mundos.
El film articula esa tensión entre lo público y lo íntimo mediante una puesta contenida y un tono sombrío. La fotografía fría y el predominio de interiores cerrados —autos, bares, habitaciones— expresan el encierro emocional de los personajes, mientras los silencios prolongados sustituyen la acción por la sospecha. Díaz Yanes usa el espacio como campo moral: cada encuadre muestra la soledad de quienes operan en nombre de una causa que los consume.
Como thriller, la película rehúye el ritmo vertiginoso y apuesta por la densidad psicológica. La tensión no proviene del peligro inmediato sino de la conciencia del riesgo constante. Cada gesto, cada encuentro, cada mirada puede delatar la identidad real de Amaia. El suspense se construye desde la intimidad: el peligro está en ser reconocida, en ser vista. Esa estrategia narrativa transforma el espionaje en un estado de ánimo, donde el miedo se vuelve una forma de respiración.
En su estructura, Un fantasma en la batalla construye un relato sobre la memoria y el sacrificio, pero también sobre la imposibilidad de pertenecer. Amaia vive entre dos lealtades irreconciliables —el deber institucional y la empatía humana—, y esa fractura interna se refleja en su rostro más que en los hechos. La película no busca resolver el conflicto vasco, sino interrogar el costo subjetivo de habitarlo.
Lejos de la épica o del revisionismo, Díaz Yanes apuesta por una mirada ética y austera que recuerda a los mejores momentos de su cine. Un fantasma en la batalla expone cómo la violencia política contamina la intimidad y cómo, en la guerra contra el enemigo, el cuerpo de la mujer infiltrada se vuelve el último territorio en disputa.