
Dirigida por Emilie Blichfeldt, la película se adentra en el universo de Cenicienta desde una perspectiva inédita: la de la hermanastra marginada, víctima de un sistema social que convierte la belleza en moneda de cambio. Entre la sátira, la comedia negra y el body horror, el filme ha logrado una repercusión internacional que lo posiciona entre las producciones más comentadas del año.
La película tuvo su estreno mundial en el Festival de Berlín, dentro de la sección Panorama, donde fue nominada al Premio del Público. Desde entonces, ha sido elogiada por medios como IndieWire, The Hollywood Reporter y Mashable por su enfoque transgresor y su valentía estética. En la plataforma Rotten Tomatoes, mantiene un 96% de aprobación, reflejo del entusiasmo de la crítica especializada ante una propuesta que combina humor ácido, crítica social y una profunda reflexión sobre los estándares de belleza contemporáneos.
La historia de Elvira, interpretada por Lea Myren, se desarrolla en un reino donde la apariencia física determina el valor de las personas. Huérfana de padre y sometida a la ambición de su madre Rebekka (interpretada por Ane Dahl Torp), Elvira vive bajo una presión constante: la de convertirse en una mujer atractiva capaz de asegurar el futuro económico de su familia mediante un matrimonio ventajoso. Ante la inminencia de la ruina, la madre recurre a métodos extremos para “embellecer” a su hija, transformando su cuerpo a través de procedimientos grotescos que reflejan una sociedad obsesionada con la perfección y el estatus.
Elvira no encarna el ideal de heroína tradicional. Su lucha interna y su deseo por alcanzar un imposible la convierten en una víctima de su entorno, pero también en un espejo que refleja la crudeza de los valores sociales. Su obsesión por la aprobación ajena la lleva a enfrentarse con Agnes (interpretada por Thea Sofie Loch Naess), la hija del nuevo esposo de su madre, quien representa el canon de belleza dominante: delgada, rubia y de rasgos delicados. La rivalidad entre ambas se convierte en un símbolo del enfrentamiento entre las mujeres dentro de un sistema que las mide y las enfrenta según su aspecto.
La película, ambientada en un entorno de fantasía decadente, explora con crudeza los efectos de la violencia estética y el impacto psicológico de los ideales de belleza. Desde su infancia, Elvira ha sido reducida a su físico, convencida de que solo modificando su cuerpo podrá alcanzar la felicidad y ser merecedora de amor. Este proceso de autodestrucción física y emocional se muestra en pantalla con imágenes tan grotescas como simbólicas, que invitan a reflexionar sobre las presiones que todavía hoy recaen sobre las mujeres en torno a la apariencia.
En declaraciones previas a su estreno, Thea Sofie Loch Naess destacó la complejidad del personaje de Cenicienta en esta versión, alejada del arquetipo clásico de inocencia y pasividad. La actriz explicó que su personaje “no es una víctima ingenua, sino una mujer consciente de su entorno, segura de sí misma y con una visión más realista del deseo y del poder que ejerce la belleza”. Esta reinterpretación propone una lectura contemporánea del cuento, en la que los personajes femeninos adquieren una dimensión más humana y contradictoria.
La hermanastra fea se presenta así como una fábula oscura sobre la autoimagen, la presión social y la búsqueda de aceptación, donde los símbolos tradicionales del cuento —el príncipe, el vestido, el baile, el zapato— se transforman en elementos de una pesadilla moderna. La estética visual, marcada por colores fríos, escenografía barroca y un tratamiento casi quirúrgico del cuerpo, refuerza la sensación de inquietud constante.
El estreno en cines está previsto para el 17 de octubre, tras su recorrido por varios festivales europeos y su presentación oficial en Berlín. Con una mezcla de géneros poco habitual, el filme consolida a Emilie Blichfeldt como una de las voces más interesantes del nuevo cine escandinavo. @mundiario