
La película australiana “Háblame” (Talk to Me), dirigida por los youtubers convertidos en cineastas, los gemelos Danny y Michael Philippou, se convirtió en uno de los grandes fenómenos de terror de 2022 (y de su estreno comercial en 2023), siendo aclamada por la crítica como «la mejor película de terror del año». El filme, distribuido por el prestigioso estudio A24, destacó por su enfoque visceral del género, sus potentes efectos prácticos y su capacidad para conectar con la audiencia adolescente a través de una metáfora oscura sobre la adicción y el duelo. Sin embargo, a pesar de su éxito rotundo, la película no estuvo exenta de críticas, especialmente en lo que respecta a la coherencia y el desarrollo de su trama central.
La premisa inicial es brillante: un grupo de adolescentes encuentra una mano embalsamada, supuestamente de un médium, que les permite invocar y ser poseídos brevemente por espíritus. El juego se populariza a través de las redes sociales, convirtiéndose en un desafío viral, hasta que la protagonista, Mia (Sophie Wilde), rompe la regla de los 90 segundos de conexión, provocando un trágico accidente que deja a su amigo Riley al borde de la muerte.
Pérdida de enfoque tras el nudo dramático
Aunque la película es elogiada por su arranque frenético y por establecer una alegoría visualmente impactante que relaciona la posesión con la euforia y las consecuencias de las drogas, una parte significativa del público y la crítica señaló que la narrativa comienza a desdibujarse en el segundo y, sobre todo, en el tercer acto.
El enfoque inicial de la película, que se centraba en la adrenalina adolescente, el uso irresponsable de lo sobrenatural y la viralización del peligro, se transforma bruscamente en el arco personal de Mia y su trauma no resuelto con el suicidio de su madre. La trama se bifurca y se enreda en la manipulación de los espíritus, quienes se aprovechan de la vulnerabilidad emocional de Mia para llevarla a un espiral de tragedia y aislamiento. Es en este punto donde la historia se siente menos sólida. Algunos analistas opinan que la «lógica tambaleante» de la mitología de la mano y el manejo del trauma de Mia impiden que la película alcance todo su potencial dramático, cayendo en un desenlace que, si bien es visualmente impactante, se percibe como forzado o insuficientemente desarrollado en comparación con el prometedor inicio. En resumen, si bien fue considerada la «joya del año», no terminó de ser el clásico narrativo que se esperaba.
Éxito de atmósfera y expectativa para la secuela
Las críticas más fuertes se dirigieron a cómo los directores, en su afán por crear un terror crudo y sin concesiones, sacrificaron el desarrollo de algunos personajes secundarios, como el padre de Mia, cuya subtrama queda minimizada. Asimismo, la decisión de presentar a los personajes adolescentes como inherentemente «molestos» o cínicos, aunque realista para el retrato generacional, hizo que la audiencia se desvinculara emocionalmente de su sufrimiento posterior, diluyendo el impacto de la tragedia.
A pesar de estos señalamientos sobre fallas en el guion y la pérdida de la narrativa cohesiva en la segunda mitad, el filme fue un éxito de taquilla mundial y se consolidó como un referente moderno del terror psicológico y corporal. La cinta demostró la habilidad de los hermanos Philippou para crear imágenes aterradoras y un diseño de sonido espeluznante que eleva la atmósfera, lo cual, para muchos, compensó los tropiezos argumentales. El filme generó debate, confirmando su estatus de culto a pesar de no haber cerrado todas sus líneas argumentales de forma impecable, lo que ha abierto la puerta a una secuela titulada Talk 2 Me. La gran expectativa de los fans es que la próxima entrega aproveche el universo creado, se centre menos en el melodrama del duelo y se cargue de una mayor cantidad de escenas de terror y posesiones explícitas, corrigiendo así la percepción de desenfoque de la primera película.