
Francia e Irlanda figuran entre los países europeos con mayor número de salas por habitante, mientras que Rumanía tiene las cifras más bajas. En ese contexto, pequeñas redes comunitarias y compañías itinerantes luchan por mantener vivo el cine de proximidad; un proyecto similar existe en Salamanca.
En Chemillé-sur-Dême, un pueblo francés de 700 habitantes, el cine local proyectó la comedia Regarde en octubre. Esa misma semana, el municipio vecino Cormery reunió a sus vecinos para ver Sirat, el filme español candidato a los Oscar. En Sainte-Maure-de-Touraine, con 4.000 residentes, se ofrecen sesiones de cine cuatro días por semana. Estas localidades forman parte de Ciné Off, una red itinerante que lleva cine a los pueblos del departamento de Indre y Loira desde 1982. En promedio cada sesión reúne 26 espectadores, más del doble de la media nacional, según Solenne Berger, directora de Ciné Off. El éxito se atribuye al enfoque comunitario del proyecto: festivales locales, actividades paralelas y participación activa de la audiencia.
Además, Ciné Off colabora con programas nacionales franceses de educación cinematográfica y contabilizó 28.370 entradas en 2024. El público del circuito rural es eminentemente familiar y ocasional, mientras que las salas urbanas dependen del público mayor de 40 años. Captar espectadores adolescentes es uno de sus desafíos: para ello se organizan eventos como “La Noche del Terror”.
Con 6.320 pantallas en 2023, Francia tiene la mayor infraestructura de cine dentro de la Unión Europea, seguida por Alemania, España e Italia. En términos de pantallas por cada 100.000 habitantes, lideran Irlanda (10,51), Francia (9,25) y Suecia (9,04). No obstante, solo el 19 % de los cines franceses se encuentra en zonas rurales. Aunque el número total de salas aumentó un 12 %, los cines pequeños disminuyeron un 3,2 %, mientras los multicines crecieron un 30 %.
En España opera Proyectfilm, una iniciativa liderada desde Villares de la Reina (Salamanca) que lleva el cine a localidades pequeñas sin salas fijas. Alberto Fuentes, tercera generación del proyecto familiar, explicó para El Confidencial que muchos municipios cuentan con recintos válidos para proyectar, pero la burocracia es un obstáculo. “No se necesita tener un cine, sino espacio” afirma. Su ideal son poblaciones de 4.000 a 5.000 habitantes que no tengan un cine grande cerca.
Fuentes relata que en su infancia su padre proyectaba películas en verano en pueblos, cargando proyectores y llevando sábanas como pantalla. Ahora, él y su equipo colaboran con ayuntamientos interesados, instalan equipamiento y ofrecen estrenos locales. Reconoce que la pandemia debilitó la asistencia, especialmente entre los más jóvenes.
Según el informe de la Unión Internacional de Cines (UNIC), en 2023 los cines europeos vendieron 986 millones de entradas, un repunte tras la crisis pandémica, aunque todavía lejos de los 1.347 millones previos. En España, la campaña CineSenior permitió que mayores de 65 años acudieran a salas por 2 euros los martes, con un crecimiento del 49,6 % en asistencia en ese grupo demográfico.
Rumanía es un caso extremo: aunque su cine goza de reconocimiento crítico —con nombres como Radu Jude—, posee solo 2,42 pantallas por 100.000 habitantes, la cifra más baja de la UE. En Bucarest, mientras pocas salas sobreviven, proyectos itinerantes intentan mantener viva la cultura cinematográfica.
Asociaciones como One World Romania promueven el cine documental en barrios desfavorecidos. Andreea Lăcătuș, directora del festival, afirma que la falta de exposición al cine dificulta despertar el interés local. En Rumanía y otros países europeos del Este, el cine nacional sufre de invisibilidad: muchos espectadores lo perciben como lento o incomprensible.
A lo largo de Europa, el cierre de salas de barrio continúa siendo una tendencia: las grandes cadenas centran su oferta en centros comerciales, mientras los espacios culturales desaparecen. El cine rural y de proximidad necesita no solo modelos de exhibición innovadores, sino también políticas públicas que acompañen su sostenibilidad, ya que es una apuesta por reactivar rostros olvidados del mapa cultural europeo. @mundiario