
Jorge Caballero
Enviado
Periódico La Jornada
Jueves 16 de octubre de 2025, p. 8
Morelia, Mich., Un pequeño fragmento audiovisual –casi podría decirse que se trata de un cortometraje–, aparece inserto en los créditos de Memoria de Los olvidados (España-México-Estados Unidos, 2025). En dichas escenas, miramos a un par de frailes dominicos del convento San Alberto Magno, en Copilco, a escasos metros de Ciudad Universitaria. Se trata de Gonzalo Ituarte, prior de la parroquia y también del Centro Cultural Universitario (CCU) así como de Eugenio Martín Torres Torres. Ambos religiosos se dirigen a una columna instalada junto al altar sobre la que se coloca una gran Biblia y extraen de su interior una pequeña caja dorada con tapas negras laqueadas sin mayores indicaciones que una plaquita metálica sin nombre.
Se trata, ni más ni menos, que de las cenizas de don Luis Buñuel, fallecido en julio de 1983 en su casona de la cerrada de Félix Cuevas en la Ciudad de México –actual sede de la Academia Mexicana de Cinematografía–, donde permanecieron en custodia dada la profunda amistad que el cineasta mantuvo al final de sus días con el padre Julián Pablo Fernández, arquitecto, actor, cineasta, pintor y escultor.
Así, 42 años después, se devela el destino de los restos del cineasta surrealista originario de la provincia de Aragón, tras largos años de rumores, de declaraciones inexactas y especulaciones de todo tipo: no se esparcieron en el cerro Morrón de Tolocha, tampoco en Los Ángeles, donde reside su hijo Rafael, menos viajaron a España ni fueron arrojadas al mar. En seguida, miramos a otro calandés, Javier Espada, firmar el documento de entrega-recepción de los restos frente a los dominicos.
Es algo parecido al principio de incertidumbre de Heisenberg, explica el director, investigador, fotógrafo y productor, especialista en la figura del cineasta español-mexicano.
Y prosigue en entrevista desde Venecia: “Al investigar, uno siempre corre el albur de descubrir, de encontrar y de alguna manera, en este caso concreto, de formar parte de la propia historia buñueliana, por eso decidí incorporarlo como un pequeño cortometraje documental que se muestra con humor en los créditos. No está directamente relacionado con Los olvidados, pero se trata de hechos acaecidos durante el rodaje y no habrían tenido lugar de otro modo. Confieso que convivir con las cenizas es una de las cosas más extrañas que he hecho”.
El estreno mundial del largometraje documental ocurrió el pasado 3 de septiembre, como parte de la Competencia de Documentales de la sección Venice Classics en la 82 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y el estreno mexicano de la producción ejecutiva del mexicano Izrael Moreno, de IZ Films, ocurrió ayer como parte del 23 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
▲ Imágenes fijas del documental Memoria de Los olvidados.Foto cortesía de la producción
Se proyectará en el Festival Lumiére en Lyon, Francia, que dirige Thierry Fremaux, delegado general del Festival de Cannes, y posteriormente su estreno en la Ciudad de México ocurrirá en el 20 DocsMx el 24 y 25 de octubre.
Goya, la picaresca y el tercer cine
A 75 años de su filmación y de su controversial y criticado estreno, que acabarían por consagrar a Buñuel como Mejor Director en el Festival de Cannes de 1951 y a que se inscribiera en el Registro Memoria del Mundo por la Unesco en 2003, la obra continúa revelándonos nuevas perspectivas en sí misma más allá del hallazgo de las cenizas. El largometraje documental muestra la influencia en de los grabados de Goya en la obra de Buñuel, que fuera un asiduo visitante del Museo del Prado durante su estancia en la Residencia de Estudiantes de Madrid en los años 20 del siglo XX o sus lecturas juveniles, como es el caso de la obra del escritor Benito Pérez Galdós o la novela picaresca.
También explora su preocupación por los infantes desheredados y desamparados que conoció en su niñez, en Calanda, pese a pertenecer a una familia pudiente y que abordaría en su único documental, Tierra sin pan (también conocido como Las Hurdes, España, 1933) y que concentró espléndidamente con aquellos casos que investigó en correccionales, granjas y clínicas de conducta para armar el guion de Los olvidados.
Y ejemplifica la gran influencia que la obra mantiene sobre otros cineastas como lo explican en sendas entrevistas Alejandro González Iñárritu, Michel Franco o Fernando León de Aranoa; o el propio Arturo Ripstein, quien prefirió aparecer como narrador con voz en off leyendo las memorias y otros escritos del surrealista.
Además, define a Los olvidados como la primera pieza del llamado tercer cine latinoamericano, como plantean diversos investigadores consultados, como Valeria Camporesi, Rafael Aviña o Agustín Sánchez Vidal.
“Por extraño que pueda parecer, siempre aparecen nuevos materiales, pero también opiniones que aportan nuevas perspectivas. En este caso destacaría, por una parte, la importancia de Goya en la concepción del filme, y por otra la enorme importancia que tuvo y sigue teniendo esta película para cineastas, pero también para escritores, en especial de Latinoamérica. Son muchos los cineastas que aportan su punto de vista y hablan de cómo les marcó Los olvidados, sobre todo en sus primeras películas.
“A nivel personal ha sido muy emocionante regresar, ¡una vez más!, a los lugares fotografiados por Buñuel para volver a poner los pies donde él los puso para fotografiar primero y filmar después esta película inolvidable”, concluyó Espada.