
Durante años, Jared Leto fue una figura singular en Hollywood: un intérprete de culto, ganador del Oscar por Dallas Buyers Club, capaz de alternar el glamour con el riesgo. Pero ese brillo parece desvanecerse. El último golpe ha llegado con Tron: Ares, una superproducción de Disney que pretendía revitalizar una saga con sabor a nostalgia, y que ha terminado convertida en uno de los mayores tropiezos del año.
La película, concebida originalmente como Tron: Ascension, cambió de rumbo cuando Leto, fascinado por el personaje de Ares, asumió el rol de protagonista y productor en 2017. Disney confió en su visión y apartó al director Joseph Kosinski, hoy triunfador con Top Gun: Maverick. Pero la apuesta no salió bien. Dirigida finalmente por Joachim Rønning, la cinta ha recaudado apenas 60 millones de dólares a nivel internacional frente a un presupuesto de 180 millones, con críticas que oscilan entre la indiferencia y la decepción.
En una industria que no perdona, el dedo acusador ha apuntado de inmediato a Leto. Su implicación total en el proyecto lo convierte, para muchos, en el principal responsable del desastre. El problema es que no se trata de un caso aislado. En 2022 ya protagonizó Morbius, otro fiasco comercial y creativo que fue objeto de memes virales y un reestreno fallido por parte de Sony. Y antes de eso, no podemos dejar pasar su absurda versión del Joker para Escuadrón Suicida. Aquello ya minó su credibilidad como actor de taquilla; Tron: Ares podría haber sido su redención, pero ha terminado de hundirla.
Los rumores de comportamientos inapropiados —nueve mujeres lo han acusado en los últimos meses— y el aura sectaria que rodea a su proyecto Mars Island tampoco han ayudado a limpiar su imagen pública. En un Hollywood cada vez más sensible a las polémicas, Leto se ha convertido en una figura incómoda. “Los estudios ya no confían en él para liderar grandes producciones”, cita The Hollywood Reporter a un productor anónimo.

El argumento se repite en los pasillos de la industria: si actores consagrados como Michael Fassbender o Benedict Cumberbatch luchan por conseguir papeles protagonistas, ¿por qué seguir apostando por una estrella cuya presencia parece restar más que sumar? No faltan quienes, no obstante, señalan que el fracaso de Tron: Ares no puede atribuirse únicamente a Leto. La saga, recuerdan, nunca logró conectar del todo con el gran público, ni siquiera en 2010, cuando Tron: Legacy recaudó 400 millones sin convencer del todo a Disney.

A pesar del revés, Jared Leto no parece dispuesto a retirarse. Su próximo papel será el del villano Skeletor en la adaptación cinematográfica de Masters del Universo, prevista para junio del próximo año. Sin embargo, el ambiente en torno a él es de desconfianza y desgaste. El Hollywood que un día lo aclamó por su intensidad y su excentricidad ahora lo observa con escepticismo.
En un panorama donde la paciencia de los estudios se mide en cifras, Leto simboliza el ocaso de una forma de estrella: la del actor-autor que pretendía controlar todos los aspectos de su carrera. Su talento no se discute, pero su capacidad para reconquistar a la industria está en entredicho. Y quizás, como los mundos digitales de Tron, su brillo se esté apagando lentamente, atrapado entre la ambición y la desconexión con el público real. @mundiario