
miércoles 15 de octubre de 2025
Kim Torres, directora de Costa Rica con una sensibilidad particular hacia los elementos sensoriales de la vida cotidiana, presenta su primer largometraje Si no ardemos, cómo iluminar la noche (2025), una obra que combina observación poética y mirada crítica. La película amplía las búsquedas que la realizadora había explorado en sus cortometrajes, donde la textura de la naturaleza, las infancias y los sonidos del entorno marcaban una forma de narrar desde lo perceptivo y lo íntimo.
En su ópera prima, Torres mantiene ese pulso contemplativo, pero incorpora una dimensión política que tensiona la aparente inocencia de su relato. La película se convierte en una reflexión sobre la violencia estructural y simbólica que atraviesa el continente, camuflada bajo mitologías culturales y narrativas familiares que terminan por reproducir el daño.
El film sigue a Laura, una niña de trece años que se muda junto a su madre y debe adaptarse a un nuevo territorio. En el proceso conoce a Daniela, con quien forja una amistad que funciona como refugio frente a lo desconocido. Durante buena parte del metraje, la cámara se detiene en los gestos mínimos de esa relación: los juegos, los silencios, la complicidad y la promesa de una amistad sin juicios. Pero bajo esa superficie emerge una tensión latente, una amenaza encarnada en el novio de Daniela, mucho mayor y controlador, que quiebra la armonía y expone la fragilidad del entorno.
Torres evita los extremos habituales del cine latinoamericano contemporáneo: ni estetiza la violencia ni la reduce a un espectáculo. Opta por una narrativa sugerente, donde lo terrible ocurre fuera de campo, como sucede en la vida cotidiana, cuando lo irreversible ya ha sucedido. En ese espacio de lo no dicho, la película se vuelve profundamente política.
Si no ardemos, cómo iluminar la noche dialoga con la tradición de cineastas como Chantal Akerman, especialmente con Jeanne Dielman, al construir su relato desde la repetición, la observación y la irrupción del horror. El resultado es un coming of age silencioso y devastador, una experiencia sensorial que expone cómo la infancia en América Latina se sostiene sobre un suelo inestable, entre la ternura y la amenaza.
Con este primer largometraje, Kim Torres consolida una voz cinematográfica singular, que articula contemplación, ritmo visual y conciencia social. Su película se inscribe en un nuevo movimiento del cine regional que busca narrar lo íntimo sin renunciar a la dimensión política.