
Quince años después de Tron: Legacy, Disney apostó por revivir una de sus franquicias más icónicas con Tron: Ares, dirigida por Joachim Rønning y protagonizada por Jared Leto. El resultado, sin embargo, ha dejado opiniones divididas: mientras la crítica la considera una experiencia vacía de emociones, el público parece haberla abrazado como un viaje visualmente hipnótico.
Durante su primer fin de semana, la película recaudó 33,5 millones de dólares en Estados Unidos y cerca de 60 millones a nivel global, una cifra modesta frente a su presupuesto estimado de 180 millones. Pese a un rendimiento por debajo de lo esperado, Tron: Ares logró un curioso hito: en España fue número uno en taquilla, consolidando un fenómeno que se apoya más en el boca a boca que en el marketing.
En el terreno crítico, la película no ha salido bien parada. En Rotten Tomatoes mantiene un 55% de aprobación por parte de los especialistas, con medios como The Guardian calificándola de “más salvapantallas que película”, y Hobby Consolas apuntando que es “ruido visual, emocionalmente vacía”. Cinemablend también criticó la interpretación de Jared Leto, tildándola de “carente de verdad y emoción”, mientras que OtrosCines la consideró “la entrega más decepcionante de la saga”.
Sin embargo, la recepción del público ha sido mucho más favorable. En la misma Rotten Tomatoes, los espectadores le otorgan un 87% de aprobación, mientras que CinemaScore le asigna una calificación de “B+” y PostTrak la sitúa con una valoración de 4 sobre 5 estrellas. En redes sociales, los fans destacan su atmósfera inmersiva, la fotografía y la banda sonora compuesta por Nine Inch Nails, considerada por Espinof como “uno de los mayores atractivos del film”.
Visualmente, Tron: Ares brilla con luz propia
Algo es un hecho y es que el diseño de producción y sus efectos digitales consolidan la saga como un referente estético del cine de ciencia ficción contemporáneo. No obstante, su narrativa tropieza: muchos señalan que la trama repite esquemas del pasado y que la película confía demasiado en la nostalgia para sostener su peso emocional.
Entre sus aciertos, destaca la forma en que Rønning actualiza el universo Tron para una generación acostumbrada a los mundos virtuales y a la inteligencia artificial. El film plantea dilemas sobre la identidad digital y la desconexión emocional en una era dominada por la tecnología, aunque lo hace sin la profundidad que algunos esperaban.
A nivel comercial, Disney enfrenta el reto de recuperar la inversión, algo complicado sin un impulso sostenido en taquilla. No obstante, el éxito relativo en algunos mercados europeos —especialmente España, Francia y Alemania— podría darle una segunda vida cuando llegue a Disney+.
Tron: Ares no es un fracaso total, pero tampoco el renacimiento triunfal que muchos esperaban. Es, más bien, una pieza visualmente deslumbrante que reafirma el potencial artístico de la saga, incluso cuando su guion no logra alcanzar la misma frecuencia luminosa. Para los fans, sigue siendo un viaje al corazón del código; para los demás, una curiosa reliquia del futuro que no termina de despegar. @mundiario