
martes 14 de octubre de 2025
En la vastedad de la literatura india, pocas obras alcanzan la magnitud de «El Mahabharata«, texto atribuido al sabio Vedavyasa, donde la guerra entre los Pandavas y los Kauravas se convierte en metáfora del conflicto humano. La serie animada Kurukshetra: La gran guerra del Mahabharata (Kurukshetra, Ujaan Ganguly, 2025) retoma esa herencia para narrar, a través de dieciocho episodios, una lucha que trasciende lo bélico y se adentra en la reflexión sobre el deber y la ilusión.
Concebida por Anu Sikka y producida por Tipping Point y Netflix, la adaptación sigue la estructura de la epopeya original, trasladando sus versos a un lenguaje visual que condensa el simbolismo del texto en escenas de gran dinamismo. Cada episodio se centra en un personaje distinto, y el relato se articula entre flashbacks, batallas y diálogos teológicos. La voz del poeta Gulzar, en el prólogo, funciona como guía narrativa y da contexto al espectador occidental.
Entre las secuencias más notables se encuentran el juego de dados de Sakuni, detonante de la guerra; la conversación entre Arjuna y Krishna en la que se revela el Bhagavad Gita; la muerte de Abhimanyu en el Chakravyuh; o la ilusión de Krishna al simular el ocaso para cumplir la promesa de venganza. Estas escenas, junto a las estrategias de combate —como las formaciones Padma Vyuh o Chakrashakata Vyuh—, conforman un entramado donde la mitología y la táctica militar se entrelazan.
Si bien la serie puede resultar abrumadora por la cantidad de personajes y nombres, logra mantener la coherencia gracias a su narración episódica y a una estructura que permite al espectador comprender la esencia de la epopeya. Con una duración promedio de treinta minutos por capítulo, “Kurukshetra” ofrece un acercamiento ordenado y comprensible a una de las obras más complejas de la historia de la humanidad.
Esta nueva versión se inscribe en la extensa tradición de adaptaciones del Mahabharata: desde la serie televisiva de Ravi Chopra (1988-1990) hasta la puesta teatral y cinematográfica de Peter Brook (1989). Sin embargo, la propuesta de Ganguly y Sikka consigue renovar el interés global por el texto y acercarlo a una audiencia contemporánea mediante la animación digital, sin perder su dimensión filosófica ni su peso simbólico.