
lunes 13 de octubre de 2025
Otro año, otra película de Nicolás Pereda que reafirma un método. Su cine repite estructuras, rostros y modos de filmar hasta convertir la reiteración en su marca de autor. Cada obra parece una variación de la anterior, y en esa constancia se erige una poética: el gesto repetido como forma de descubrimiento.
Sus películas avanzan con un ritmo pausado, sostenido por planos largos donde cada encuadre alcanza plenitud gracias a la espera. Las tomas funcionan como paisajes más que como relatos, y la acción se disuelve para dar lugar a la observación. Pereda filma lo invisible: los cuerpos cortados, los silencios, lo que queda fuera del cuadro. El drama se posterga; lo que interesa es el tránsito de los personajes, moldeados según la naturaleza de sus intérpretes. En su cine, los actores son los personajes. No hay distinción. Es una creación colectiva y orgánica, construida con un grupo estable que encabeza Lázaro Gabino, figura constante de su filmografía.
En Cobre (2025), Gabino interpreta a un trabajador de mina en Tlaxcala que intenta conseguir días libres por una falsa enfermedad, luego de encontrar un cadáver camino al trabajo. Ese cadáver nunca aparece. Como señaló el director de fotografía, Miguel Tovar, “desde el título… la película se llama Cobre y nunca ves una mina”. Pereda aplica aquí la lección de Godard: lo que no se muestra es lo que más resuena.
La película transcurre entre pausas, conversaciones y gestos que construyen una cotidianidad ambigua. El realizador trabaja sobre la frontera entre lo verosímil y lo fantástico, sin buscar realismo, sino veracidad. Su mirada se asienta en un realismo mágico de baja intensidad, donde lo mexicano se filtra en detalles, ritmos y silencios. En ese territorio indefinido entre lo ordinario y lo extraño, Pereda reflexiona sobre las dinámicas laborales, las relaciones de poder y los modos de estar en el mundo.
El resultado es una narración mínima, de apariencia simple, que revela un trasfondo inquietante. Cobre se sostiene en la ambigüedad: no hay certezas, sólo ecos. El cine de Pereda se mantiene fiel a un principio: filmar para observar, repetir para descubrir.