
Durante años, hablar de animación española sonaba a promesa, a un talento latente que todavía no encontraba su espacio global. Hoy, sin embargo, España se consolida como uno de los grandes polos de la animación internacional, con cifras récord, presencia en festivales y un ecosistema creativo que no deja de crecer.
De acuerdo con el Libro Blanco de la Animación publicado por la federación DIBOOS, el sector de animación y efectos visuales en España facturó más de 600 millones de euros en 2023. De ese monto, cerca del 70 % proviene de exportaciones, lo que demuestra la fuerte proyección internacional de los estudios españoles.
Además, el país es el segundo mayor productor de películas de animación en Europa, solo detrás de Francia, según datos de Cineuropa. Más de 300 empresas forman parte del tejido industrial, generando alrededor de 5.800 empleos directos, desde animadores hasta guionistas, compositores y especialistas en efectos digitales. Aunque muchas compañías operan con presupuestos modestos, su impacto global crece gracias a la calidad técnica y artística de sus producciones.
España, fábrica de talento internacional
Si algo distingue a la animación española es su nivel formativo. Universidades como la UPV, U-tad, Bau o ESDIP han convertido al país en un semillero de profesionales que hoy trabajan para gigantes como Disney, Netflix, Skydance o DreamWorks.
El talento español ya no solo se exporta: también produce en casa. Estudios como Ilion Animation Studios (hoy parte de Skydance), Lightbox Animation (Tadeo Jones), Able & Baker (Love, Death & Robots) o Arcadia Motion Pictures han demostrado que en España se pueden realizar proyectos de talla internacional sin perder identidad propia.
En 2024, la película Dragonkeeper —coproducción hispano-china— demostró el alcance global de estas alianzas, recaudando más de 10 millones de dólares en su estreno asiático y posicionando a los equipos españoles como socios de referencia en el mercado internacional.
La animación en España no es un fenómeno nuevo. Desde pioneros como José Escobar (Zipi y Zape) o Cruz Delgado (Don Quijote de la Mancha, Los Trotamúsicos), el país ha tenido una larga relación con el dibujo animado. Lo que ha cambiado en las últimas décadas es la tecnología y la visión industrial.
Películas como Unicorn Wars (Alberto Vázquez, 2022), ganadora del Goya a Mejor Película de Animación, o Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó, 2019), premiada en Annecy, demuestran que la animación española puede ser madura, artística y profundamente política. Mientras tanto, éxitos familiares como Tadeo Jones, Planet 51 o Ozzy han conquistado a millones de espectadores y consolidado una industria que combina autoría y entretenimiento comercial.
Además, el auge del streaming y los incentivos fiscales —que en España alcanzan hasta el 30 % de deducción para producciones audiovisuales— han hecho del país un destino atractivo para la inversión extranjera. En 2024, el portal ICEX Audiovisual from Spain destacó la animación como uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento dentro del audiovisual español, con una presencia creciente en mercados internacionales como el de Annecy, MIPCOM o el Animation! Pitching Sessions del Festival de Mar del Plata.
Los próximos años se presentan como una oportunidad dorada para consolidar esa tendencia. Nuevas generaciones de animadores, formadas en entornos digitales, están explorando el uso de inteligencia artificial, producción virtual y técnicas híbridas que combinan animación 2D, 3D y captura de movimiento.
Y la animación española también está expandiendo sus límites temáticos. Series como Robot Dreams (basada en la novela gráfica de Sara Varon y dirigida por Pablo Berger) o The Windshield Wiper (de Alberto Mielgo, ganador del Óscar al Mejor Corto Animado) muestran una apuesta por la experimentación visual y el contenido adulto, muy alejada del cliché de “cine para niños”. La combinación de creatividad, formación técnica y diversidad temática está posicionando a España como uno de los polos más estimulantes del panorama internacional.
Lejos de ser un nicho, la animación española vive su mejor momento. Ya no solo compite en taquilla: compite en ideas, formatos y lenguajes. Y si algo ha demostrado esta nueva generación de animadores es que la imaginación, cuando se cultiva con técnica y convicción, también puede ser una industria. El futuro del cine español, quizá, esté dibujado —literalmente— cuadro a cuadro. @mundiario