
miércoles 08 de octubre de 2025
La Máquina: The Smashing Machine (The Smashing Machine, 2025) es el debut en solitario como director de Benny Safdie, quien se aleja de la dupla con su hermano Josh para adentrarse en el drama biográfico. La película se centra en la vida de Mark Kerr, luchador de UFC que, pese a sus logros en el octágono, lidió con una vida personal marcada por adicciones, conflictos emocionales y una relación tóxica con su novia Dawn (Emily Blunt).
Lo más llamativo, sin duda, es la participación de Dwayne Johnson en un rol completamente alejado de lo que suele hacer. En su primer papel verdaderamente dramático, el actor intenta abrirse camino en el cine independiente. Sin embargo, ni su actuación ni la propuesta de Safdie logran consolidar una película con impacto real.
Desde Rocky (1976), las películas deportivas y biopics de atletas han seguido una estructura narrativa eficaz: combinar la épica del deporte con los dramas personales de sus protagonistas, generalmente bajo un tono de superación. Esta fórmula, cuando se ejecuta bien, logra emocionar, conectar con el espectador y dejar un mensaje claro. Benny Safdie, sin embargo, opta por romper con esta tradición. En lugar de seguir un camino narrativo más accesible, elige una aproximación más cruda, oscura y experimental, renunciando por completo a la redención como motor dramático. El resultado es una película que, si bien busca autenticidad, termina sacrificando claridad, ritmo y conexión emocional.
La máquina: The Smashing Machine adopta una estética que recuerda a un reality show, aunque sin entrevistas ni material documental. La cámara observa desde la distancia, con largos silencios, diálogos indirectos y una narrativa que prioriza las acciones cotidianas por encima del desarrollo emocional. Este enfoque típicamente independiente puede funcionar en ciertos contextos, pero aquí se vuelve contraproducente. El estilo contemplativo de Safdie apuesta por la introspección, pero no aporta profundidad. Las escenas parecen fragmentos sueltos de la vida de Kerr, sin una narrativa clara que los una o sin un conflicto que evolucione. El espectador queda atrapado en una sucesión de momentos repetitivos, sin que nada avance realmente. El resultado: una película que se siente larga, plana y desorientada.
Una de las mayores apuestas del film es el intento de Dwayne Johnson por reinventarse como actor serio. Y, en efecto, entrega una interpretación más contenida y comprometida que en sus trabajos anteriores. Sin embargo, sus esfuerzos se ven limitados por un guion que no le da espacio para explorar a fondo al personaje, ni emocional ni narrativamente. La química con Emily Blunt tampoco logra destacarse, y las dinámicas entre ambos personajes —clave para comprender los conflictos internos de Kerr— quedan apenas esbozadas. Johnson cumple, pero el material no lo acompaña.
La Máquina: The Smashing Machine tenía todo para destacar: una figura real compleja, un actor dispuesto a reinventarse, y un director con una visión clara. Sin embargo, la apuesta por un estilo demasiado críptico y desprovisto de emoción humana convierte a esta biopic en una película fría, distante y difícil de conectar.