
martes 07 de octubre de 2025
Corazón político (2025) parte de un registro íntimo: las entrevistas que Tomás Scillamá realizó a su abuelo Eduardo Giana (El Papo), subteniente graduado en 1942 y colaborador del entonces coronel Juan Domingo Perón. Aquel registro doméstico, grabado sin pretensiones cinematográficas, se convierte dos décadas después en el punto de partida de un documental que entrelaza la historia familiar con la del país.
Scillamá reconstruye en la vida de su abuelo la metáfora de un país, donde lo personal y lo político se entrelazan bajo la sombra del peronismo. A través de materiales de archivo —fotografías, filmaciones y documentos oficiales— y de los testimonios de hijos y familiares, el director teje un diálogo intergeneracional en el que las miradas se cruzan y la memoria se debate. El film recorre las décadas del cuarenta al setenta, siguiendo el ascenso y la crisis del peronismo, y revela cómo las decisiones del poder se filtraron en la intimidad familiar hasta volverse parte de la identidad colectiva.
El relato se apoya en la voz de Eduardo, grabada en primera persona. Su testimonio no solo aporta datos históricos, sino que también deja entrever las contradicciones de quien fue testigo de una época. En ese discurso, entre la convicción y la duda, emerge una pregunta sobre la naturaleza de la memoria: ¿cómo contar el pasado sin idealizarlo? Scillamá opta por no intervenir esas vacilaciones, dejando que la historia se exprese en su ambigüedad y complejidad.
Corazón político ensaya una lectura honesta de la memoria argentina. Su narrativa, centrada en el testimonio y la experiencia familiar, se apoya en el valor emocional de las imágenes más que en la estructura formal. Pero es justamente ese gesto —el de recuperar la voz de un antepasado para pensar la identidad y la herencia política— lo que otorga al film su verdadero sentido: mirar el pasado desde la intimidad para comprender el presente.