
▲ Fotograma de la película La hermanastra fea, de la realizadora lituana Saulé BliuvaiteFoto
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oinciden en la Cineteca dos relatos que abordan los problemas de la idealización corporal adolescente hoy tan en boga. La obsesión por transformar el cuerpo lacerando el propio organismo o a través de cirugías estéticas. Ambos filmes remiten a los cuentos de hadas como representación o como metáfora; ya sea la referencia a La bella durmiente en Tóxico ( Akipleša, Lituania, 2024) de la cineasta lituana Saulé Bliuvaite, o la trama fantástica que reinterpreta la historia de La Cenicienta en La hermanastra fea ( Den stygge stesøsteren, Noruega-Dinamarca-Rumanía-Polonia-Suecia, 2025) de la noruega Emilie Blichfeldt.
Tóxico propone un retrato crudo, cotidiano y contemporáneo de jovencitas que intentan escapar a su realidad de pobreza y tedio en un pueblo lituano de una de las tantas ex repúblicas soviéticas en un triste paisaje industrial con un asfalto siempre húmedo que remite al abandono y la espesura de un bosque cercano como alegoría de los peligros ocultos que subyace en los cuentos clásicos. Y La hermanastra fea, traslada los terrenos boscosos y nevados y los suntuosos castillos de los cuentos de hadas con un toque “científico” de rudimentarias técnicas de transformaciones estéticas que auguran dolor.
Al morir el padre de la bella joven Agnes (Thea Sofie Loch Naess) y reciente marido de la arribista Rebekka (Ane Dahl Torp), ésta presiona a su poca atractiva hija Elvira (Lea Myren), para que conquiste al príncipe del reino (Isac Calmroth) sometiéndola a varias cirugías corporales y convirtiendo a Agnes en una Cenicienta que no es ninguna inocente joven virginal. El príncipe es un macho vulgar y en la búsqueda de la “belleza”, Elvira enfrentará fracturas, amputaciones y la introducción en su cuerpo de huevecillos de tenia para adelgazar.
Barroca y fascinante, La hermanastra fea es una variante muy entretenida de uno de los clásicos infantiles, inofensivos en apariencia, que ocultan historias de pavor verdadero y angustias físicas y emocionales. En ese sentido, resulta más sensible y contundente un relato como lo es Tóxico que llega a las mismas conclusiones de aquella y a su vez, se conecta en cierto sentido con otros terribles filmes europeos como I mport/Export (Ulrich Seidl, 2007) sobre una joven enfermera ucrania que emigra al primer mundo vienés para terminar como afanadora y modelo porno vía Internet o Las alas de la vida (2002) de Lukas Moodyson, sobre una adolescente rusa abandonada por su madre y enganchada como prostituta en Suecia.
Marija (Vesta Matulyte) tiene 13 años y llega al pueblo de su abuela donde su madre la ha llevado. Es callada, demasiado alta y cojea de una pierna por lo que pronto se convierte en el centro de burlas e incluso de robos. Kristina (Leva Rupeikaite) quien le ha hurtado su pantalón, es bajita, se siente obesa y es extrovertida. Sus personalidades contrastantes son sólo fachadas de sus temores y angustias, de su condición femenina en un universo machista y de las altas exigencias consumistas en un país pobre europeo. Por ello, se aferran al absurdo sueño que representa una supuesta escuela de modelaje que les promete fortuna y escapar del hoyo donde viven arriesgando el poco dinero familiar y por supuesto su integridad física y moral.
Tóxico explora la cosificación sexual adolescente con una mezcla de ternura y crudeza a través de dos chicas con familias poco estructuradas presas fáciles de aquellos que trafican con carne fresca e infantil para europeos de “primera”, bajo la obcecación por la belleza en las jóvenes de hoy día (de cualquier país). Lo curioso es que coincide también en el asunto de la ingestión de huevos de tenia y son justo las consecuencias de esa situación que las chicas “se salvan”, toman conciencia y regresan a las diversiones ingenuas de su edad.
No faltan los momentos devastadores como la manera en que Kristina obtiene dinero a través de un supuesto masaje a un adulto (“No te pintes, les gustan pequeñas”). Representaciones inteligentes como la comida que se pudre de tirarla o vomitándola, o esa toma cenital que muestra la irregular fila de las otras chicas que pretenden ganar el casting de modelaje y que observada desde arriba simula una tenia o una lombriz que se agita con lentitud. La sensibilidad de su realizadora resulta evidente además en la manera como teje el cariño de ambas; una amistad que cura sus heridas emocionales y les permite entender a su corta edad las asechanzas que la obsesión corporal conlleva.
Tóxico y La hermanastra fea se exhiben en Cineteca Xoco, de ésta última además, en complejos de Cinépolis y Cinemex.