
Un país entero atento al Mundial de Italia ’90. Alguien aprovecha los partidos de Argentina para cometer brutales asesinatos. Mientras tanto, Micaela, una joven que trabaja en una disquería armando compilados en casete, descubre que el asesino está vinculado a su trabajo a través de una mezcla que ella misma creó y vendió. Esta es la premisa del slasher Nadie va a escuchar tu grito (2025), dirigido por Mariano Cattaneo. En el marco del debut del film, el cineasta dialogó con EscribiendoCine.
La película aborda el slasher y el coming of age. ¿Qué particularidad tuvo trabajar en el marco de estos subgéneros cinematográficos?
El slasher es un subgénero del terror que me gusta mucho, fue de los primeros que vi. Creo que la primera película slasher que vi fue cuando tenía entre 9 y 10 años, Viernes 13 parte 2, encima por la mitad. Mi viejo había alquilado la película pensando que era un thriller, había un desnudo, alguna parte muy violenta, y me dijo: «Bueno, esta película no es para vos». Me quedé fascinado con ese Jason que tenía saco, tapándole la cara. Al otro día, fui escondido al videoclub a buscar ese film, ¡y me alquilé las seis partes!
Es un subgénero que me interesa mucho, significó la explosión del cine adolescente. Antes de la llegada de los slashers, o previo al VHS, el cine de terror le pasaba a gente grande. Después, el coming of age me gusta muchísimo porque las tramas de crecimiento sacan fortalezas, y mezclé eso con el slasher, con un adolescente que no tiene todavía todas las herramientas desarrolladas. Por ende, tiene que crecer de golpe, pero sin haber vivido aún para enfrentar esos problemas.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que tuviste que afrontar en el film?
Ya hacer cine independiente es una carrera de obstáculos, partamos desde esa base, estás constantemente enfrentándote a los problemas. Pero un poco el trabajo del director es poner todo en un cuadrilátero y tratar de resolver esas situaciones de la forma más creativa posible. Y te tenés que armar de un equipo que pueda acompañarte, de un elenco que potencie.
El desafío principal fue con el género en sí mismo. Porque en el slasher estamos muy acostumbrados a sus reglas anglosajonas, con cosas muy ancladas en su cultura. Entonces, el reto fue poder trasladar esas reglas, pero que pueda suceder en Argentina, en un barrio del Conurbano Bonaerense. Y lo trasladé a los años 90, una década funcional con la trama, el Mundial y el fútbol están muy arraigados a nuestra idiosincrasia. Después, estaba todo ese submundo de la primera época analógica, de las tiendas de cassettes, generar nuestras propias mezclas de audio y venderlas, cosas que viví de chico.
Fuera de la ficción, como Mariano, ¿a qué cuestiones les tenés miedo?
Pienso que deben ser miedos completamente primarios. El miedo a la perdida de los seres queridos, al humano deshumanizado, al imprevisto, a que la gente sufra. Después, por supuesto, tengo miedo a que me aparezca un fantasma, ¡igual me encantaría verlo! De chico me gustaba ver películas para asustarme. A veces, en el cine de terror, de alguna manera, explorás algunos miedos que no vas a vivir, pero que podés sentirlos.
El cine es un arte colectivo, ¿cuáles fueron las premisas o indicaciones principales que trasladaste a todo el equipo, sea artístico y/o técnico, para poder concretar esta obra audiovisual en una misma sintonía?
El cine es una especie de comunión de energías. Se nota mucho cuando en un rodaje la gente la pasa bien, porque se traslada a la película. La idea de dirección es lograr sacar lo mejor del equipo, potenciar eso que te están ofreciendo y, de alguna forma, encaminar para llegar a la idea más cercana de lo que querés lograr.
También me gusta darle mucha libertad a la gente, o sea, tengo una guía de lo que quiero, sin embargo, escucho la propuesta, la creatividad de otra persona potencia. Sin una parte, lo otro no existe.
Con el elenco hago exactamente lo mismo. En este caso eran dos protagonistas jóvenes, súper creativos, que aportaban y se divertían, eso también contagiaba un montón. ¡El género entusiasma mucho! Además, eran pibes de alrededor de 20 años, que no vivieron los 90, entonces, había que hacerlos vivir eso, explicar lo que era un walkman, una cinta VHS. Yo les pasé películas de los 90 con cosas específicas, hablamos un montón sobre la importancia de la música, y cómo lo que escuchabas se reflejaba en tu pensamiento y en tu vestimenta, ¡tu personalidad!