
viernes 03 de octubre de 2025
Juego sucio (Play Dirty, 2025) sigue la archiconocida máxima del ladrón que roba al ladrón. Sin embargo, lejos de la tragedia o el drama sórdido que a menudo acompaña a estas historias, el filme opta por presentar el peligro como una aventura pasatista.
Mark Wahlberg encarna a Parker, este ladrón con un código moral particular, y es precisamente su carisma natural el que se siente desaprovechado. La película explota su talento para la acción, pero todo se diluye en una serie de giros argumentales caprichosos. El guion presenta una multitud de personajes secundarios que solo tienen «su escena» de lucimiento. Esto convierte la trama en una experiencia confusa, donde el espectador lucha por seguir una historia que se enreda constantemente en sus propias vueltas de tuerca.
La película dirigida por Shane Black (Dos tipos peligrosos) promete con su premisa pero carece de la cuota de ingenio necesaria para ascender de mero pasatiempo a producto divertido y bien logrado. Toma prestado de las traiciones del cine negro, de las misiones imposibles del espionaje y del tono cómico de las buddy movies. La dupla o, en algunos pasajes trío de personajes, depende de la química de Wahlberg con Lakeith Stanfield y Rosa Zalazar. En algún momento se suma el comediante Keegan-Michael Key, que intenta inyectar vida al diálogo, de una producción que termina siendo una comedia de acción con sabor a poco.
El gran despliegue visual de las secuencias de acción y las vistosas persecuciones es, sin duda, su punto fuerte y lo que la mantiene a flote. No obstante, este espectáculo visual se suma a una constante en las superproducciones para plataforma, que cuentan con unos efectos especiales que dejan mucho que desear, casi como si los mismos realizadores evitaran la pantalla grande sabiendo la carencia visual obtenida.
Juego Sucio se siente como una película hecha a la medida para llenar un espacio en el catálogo, confiando en el nombre de su estrella y en la fórmula de la acción cómica. Es una película que cumple con la cuota mínima de entretenimiento mientras se la ve, pero que se desvanece de la memoria casi tan pronto como aparecen los créditos finales.