
Más allá de las salas de cine tradicionales y los estrenos hollywoodenses, en el país existe el cine queer, donde muchas personas encuentran historias en las que reconocerse, contadas desde dentro de la propia diversidad. Se avecina un circuito de festivales LGBTQ que ofrecen algo distinto: espacios para descubrir películas que difícilmente veríamos en otros espacios, y que se han convertido en referentes culturales y sociales en distintas regiones del país.
LesGaiCineMad es el más grande y longevo del circuito. Cada otoño convierte Madrid en capital del cine queer, con una programación internacional que ha traído títulos como Ammonite o Rafiki. Su alcance va más allá de la ficción: documentales y cortos aportan memoria histórica y visibilidad a colectivos que han quedado al margen del relato oficial.
Si prefieres esperar a la primavera, la capital también acoge la Muestra de Cine Lésbico, un festival más íntimo que coloca a las mujeres lesbianas en el centro de la narrativa. Películas como Retrato de una mujer en llamas o The Half of It han pasado por sus pantallas, reforzando la importancia de tener espacios creados específicamente para estas historias.
Si miramos hacia Aragón, Zinentiendo ha logrado consolidarse como una cita imprescindible. Organizado por la asociación Towanda, despliega su programación en la ciudad y otras localidades, descentralizando la oferta de Madrid. Allí han encontrado espacio películas como Disobedience o Booksmart, que aportan miradas diversas a públicos fuera de los grandes núcleos urbanos.
En Cataluña, FIRE!! es sinónimo de tradición. Celebrada en junio en el Institut Français de Barcelona y organizada por el histórico Casal Lambda, es el primer festival LGBTQ del país. Combina cine de autor y propuestas accesibles, siempre con una mirada a la representación de mujeres queer y a la memoria del activismo.
Bilbao no se queda atrás se convierte cada febrero en el epicentro del Zinegoak, el festival internacional de cine y artes escénicas gaylesbitrans. Su programación se complementa con talleres en centros educativos, uniendo la experiencia cultural con la transformación social.
En el sur, Andalesgai en Sevilla demuestra la fuerza de Andalucía dentro de este mapa. Su programación ha incluido títulos como Carmen y Lola o Elisa y Marcela, y año tras año conecta cine internacional con actividades que se insertan en la vida cotidiana de la ciudad.
Estos festivales son más que proyecciones. Son lugares de encuentro y de resistencia, espacios donde la representación no es una excepción sino la norma donde todos son bienvenidos. Frente a una industria que todavía ofrece visibilidad desigual, este circuito permite construir referentes, compartir comunidad y experimentar el cine como una celebración colectiva. Para quienes buscan propuestas alternativas y transformadoras, forman un mapa cultural imprescindible. @mundiario