
El director Paul Thomas Anderson regresa al cine con Una batalla tras otra (One Battle After Another), una obra ambiciosa inspirada en la novela Vineland de Thomas Pynchon. Con Leonardo DiCaprio, Teyana Taylor y Sean Penn en su reparto principal, la película se ha convertido en el mejor estreno en taquilla de la carrera del realizador, marcando un punto de inflexión en su filmografía.
La historia sigue a Bob (DiCaprio), un ex revolucionario atrapado en la desilusión de su generación, que debe rescatar a su hija Willa (Chase Infiniti) del coronel Lockjaw (Sean Penn), un supremacista blanco empeñado en borrar sus crímenes del pasado. En paralelo, la figura de Perfidia (Teyana Taylor), madre de Willa y símbolo de resistencia, refleja la fuerza de quienes se niegan a abandonar la lucha, aun cuando las pérdidas personales son inevitables.
El filme está producido por Warner Bros. Pictures y se presenta como un drama político que confronta al espectador con las tensiones sociales de Estados Unidos. Anderson evita el cliché del héroe salvador y otorga protagonismo a las voces de mujeres negras, que lideran gran parte de la narrativa y cuestionan las estructuras de poder que han perpetuado la desigualdad.
Una reflexión generacional
Más allá de su trama de acción y suspense, Una batalla tras otra funciona como una reflexión sobre la impotencia de una generación que soñó con transformar el país, pero terminó atrapada entre el miedo y la apatía. Bob, el protagonista, encarna esas contradicciones: apoya la causa, pero carece de la energía necesaria para volver a ser revolucionario. En contraste, Willa descubre en su viaje una fuerza interior que simboliza el relevo hacia una nueva etapa de lucha social.
El estilo narrativo de Anderson no suaviza los conflictos ni oculta a los antagonistas. La película apunta directamente a los supremacistas blancos enquistados en el poder político, militar y económico. Sin embargo, también deja claro que no existen soluciones fáciles ni finales tranquilizadores. El enemigo permanece y el cambio dependerá de las generaciones futuras.
Con una puesta en escena intensa y un guion cargado de crítica social, el director evita el sentimentalismo y presenta un relato que combina acción, drama familiar y reflexión política. Críticos internacionales ya la señalan como una de las producciones más audaces del año, capaz de equilibrar espectáculo y discurso social sin caer en fórmulas previsibles.
El éxito de Una batalla tras otra confirma que Anderson mantiene su estatus como uno de los cineastas más influyentes de su tiempo, capaz de capturar la tensión política contemporánea sin renunciar a un cine autoral.