
miércoles 01 de octubre de 2025
La historia de Blanca (Melissa De Miguel), joven de familia acomodada favorecida por las políticas de la época, que decide interrumpir un embarazo en plena Argentina neoliberal, constituye el eje dramático de Magia Blanca. El relato recupera claves de la tragedia shakesperiana —la tensión entre deseo y destino, la imposibilidad de conciliar lo íntimo con lo social y la sombra de la fatalidad— para transformar un conflicto personal en un retrato de época. En escena, la corrupción estructural y la precariedad social conviven con el brillo del consumo y la frivolidad política, situando lo íntimo en un entramado histórico que conecta la experiencia individual con la memoria colectiva.
La puesta minimalista refuerza la dimensión política de la obra. Con escasos elementos en escena, la atención se concentra en los cuerpos, el movimiento, la palabra y, especialmente, en las canciones de Turf, que ordenan y sostienen el desarrollo del relato. La iluminación en múltiples tonalidades opera como un recurso expresivo que construye atmósferas cambiantes y estados emocionales, alejándose del realismo para abrir un espacio simbólico. Esa austeridad visual se contrapone a los excesos de los 90, planteando un comentario sobre el contraste entre apariencia y realidad.
La música de Turf, reelaborada por Francisco Martínez Castro, funciona como un canal de memoria generacional. Sus canciones, resignificadas en el escenario, dialogan con los dilemas de los personajes y refuerzan la tensión entre lo personal y lo social. En ese marco, la aparición de un personaje que encarna a Carlos Menem introduce un gesto ambiguo: como guiño resulta efectivo, pero desarticula la lógica poética de la obra y desplaza por momentos la reflexión política hacia la caricatura.
La dirección de Juan Martín Delgado, junto a la labor musical de Martínez Castro, construye un espectáculo que piensa la política desde el teatro. Magia Blanca se inscribe en una tradición escénica que no se limita solo al entretenimiento, sino que busca interpelar, mostrando cómo la cultura popular puede convertirse en un espacio de resistencia y de construcción de identidad colectiva.