
martes 30 de septiembre de 2025
Ne Zha 2: El renacer del alma (Na Zha 2, Nezha: Mo tong nao hai, 2025) confirma el ascenso de la animación china en el mercado internacional. Dirigida por Yu Yang (Jiaozi), quien ya sorprendió con Ne Zha (2019), la película no se limita a repetir la fórmula, sino que apuesta a expandir su universo fantástico con mayor ambición visual y narrativa. En la trama, Ne Zha y Ao Bing deben enfrentar nuevas amenazas sobrenaturales y cumplir retos que pondrán a prueba su fuerza y relación; y aun así, cualquier descripción breve nunca logra capturar el cúmulo de personajes y sorpresas que suceden a lo largo de la película. La obra invita a replantear la distancia entre “lo que se hace allá” y lo producido en Occidente, cuestionando los prejuicios que aún pesan sobre el cine animado de otras latitudes.
Desde sus primeros minutos, la secuela retoma la historia del niño demonio con una vorágine de información que pronto adquiere cohesión gracias a la habilidad del director. La animación combina el realismo contenido de Disney Animation con la energía estilizada de Sony Pictures Animation, mientras que las secuencias de batalla revelan claras influencias del anime shÅnen. Ese cruce de lenguajes audiovisuales no responde al azar: Jiaozi lo utiliza para otorgar identidad propia a cada situación y dotar a su obra de un pulso irreverente y travieso, en sintonía con su protagonista.
El film no está exento de excesos: la duración es prolongada para los estándares actuales y el humor escatológico se repite más de lo necesario, con algún personaje desagradable en el camino. Sin embargo, esos desbordes forman parte de una búsqueda estética y narrativa que evita la “lección moral permanente” típica de Pixar y se decanta por una apuesta más libre, audaz y hasta insolente. Esa voluntad de riesgo lo convierte en un espectáculo distinto, que se aleja de fórmulas predecibles y que logra sostenerse en su singularidad.
Ne Zha 2: El renacer del alma se impone así como un proyecto monumental: visualmente deslumbrante, narrativamente expansivo y con la ambición de marcar un antes y un después en la animación global. Con sus virtudes y contradicciones, la película de Jiaozi se erige como un fenómeno cultural que invita a repensar qué esperamos del cine animado en tiempos de consumo rápido.