
Nadie va a escuchar tu grito (2025), de Mariano Cattaneo, llega con un cuchillo en la mano y un cassette en la otra, para recordarnos que también hay espacio para el terror slasher bien hecho, con sabor a casa, con olor a colectivo porteño y con referencias tan locales como universales.
La historia, ambientada en el Mundial de Italia ’90, sigue a Micaela, una joven fanática de la música que atiende un local de venta de cassettes y vinilos, una práctica casi ritual para los que vivimos los fines del siglo XX, que se ve envuelta en una serie de asesinatos que coinciden, caprichosa y fatalmente, con los partidos de la selección argentina.
Lo que arranca como una idea simpática y algo nostálgica, muta rápido en una tensión sostenida por un guión que está a la altura del subgénero que homenajea y esto hay que decirlo con todas las letras. Nada de guiños vacíos ni nostalgia superficial: hay conocimiento del código, respeto por el slasher clásico y una clara voluntad de divertirse con él.
Desde el principio podemos divisar una de las claves más saludables del film: no busca reinventar el género ni hacerle una autopsia académica, busca jugar con las reglas del juego bien claras y con la picardía de quien conoce el barrio. Acá hay un asesino, hay muertes creativas, hay tensión, hay sorpresas y hay un universo narrativo que, pese a su escala pequeña, respira una argentinidad entrañable, casi de almacén de barrio. Hay camisetas viejas, cábalas mundialistas, sonidos de fondo que emanan argentinidad, humedad y olor a yerba mojada. Lo porteño, lo local, no está ahí como decorado, está incorporado al relato.
Visualmente, Cattaneo apuesta por una estética retro bien lograda, con filtros de color, granulado digital y una dirección de arte que logra, con pocos recursos, trasladarnos a principios de los noventa sin forzar el artificio. Hay algo en la luz, en los planos fijos de interiores, en los detalles del vestuario, que nos convence de ese tiempo sin necesidad de sobreexplotar la nostalgia
La película no cuenta con el presupuesto que se merece y eso deja ver, hay ingenio para disimular las costuras, algo muy propio del cine independiente con el que la producción conversa todo el tiempo. La música, a cargo de Luciano Onetti, suma sintetizadores, texturas análogas y un tempo narrativo que acompaña cada momento de tensión o liberación.
El antagonista, por su parte, cumple muy bien su rol sádico, sorpresivo, con una presencia física contundente y un misterio que se sostiene hasta bien avanzada la trama. Se nota que Cattaneo entiende lo que hace falta para crear un villano con peso y eso lo logra con cámara, montaje y ritmo. El asesino de esta historia es una amenaza latente que estructura todo el relato, y eso es clave para el subgénero.
Nadie va a escuchar tu grito es un slasher argentino bien hecho. Porque divierte, entretiene y genera pertenencia; porque los fans del terror necesitamos más propuestas como esta: films que no se escondan detrás de la excusa de lo independiente para bajar la vara.