
La industria cinematográfica vive un acontecimiento único con el regreso de Daniel Day-Lewis, considerado uno de los actores más influyentes de su generación, en Anemone. Tras ocho años de retiro desde su despedida en Phantom Thread (2017), el intérprete británico vuelve con un papel intenso y sombrío en el debut como director de su hijo, Ronan Day-Lewis.
La película, coproducida por Plan B Entertainment y distribuida por Focus Features, se estrenó como parte de la sección Spotlight del Festival de Cine de Nueva York. En octubre llegará a salas seleccionadas en Estados Unidos, con previsión de posterior lanzamiento en la plataforma Peacock, propiedad de NBCUniversal.
Coescrita por padre e hijo, la cinta sitúa a Day-Lewis como Ray Stoker, un hombre marcado por traumas de infancia y heridas de guerra que lleva dos décadas viviendo aislado en los bosques del norte de Inglaterra. Con un físico endurecido, un cabello plateado y un imponente bigote, el actor imprime su habitual magnetismo a un personaje taciturno, cargado de silencios y con un pasado violento que emerge a medida que avanza la historia.
Una familia fracturada por la violencia
El regreso de Ray a la dinámica familiar se produce con la llegada de su hermano Jem, interpretado por Sean Bean, un hombre religioso que trae noticias preocupantes de su hijo Brian (Samuel Bottomley). A través de su cuñada Nessa (Samantha Morton), el protagonista se ve obligado a reconectar con un entorno marcado por abusos, disciplina férrea y heridas heredadas de la violencia política y doméstica.
El guion evita ofrecer una narrativa lineal, privilegiando atmósferas enigmáticas, largos silencios y monólogos que aportan densidad al personaje principal. Entre los momentos más impactantes se encuentra la confesión de Ray sobre un episodio de venganza contra un sacerdote abusador, que condensa gran parte del tono oscuro y catártico del filme.
Aunque las interpretaciones son sólidas con Morton aportando vulnerabilidad y Bottomley energía juvenil, la crítica ha señalado un desequilibrio en la construcción de los personajes secundarios frente al protagonismo absoluto de Day-Lewis. Esta desproporción se traduce en un relato que, pese a su fuerza visual, a menudo se percibe distante en lo emocional.
Una ópera prima con sello personal
El debut de Ronan Day-Lewis como director destaca por un estilo visual de gran potencia, gracias a la fotografía de Ben Fordesman, que aprovecha paisajes rurales del norte de Inglaterra para potenciar el aislamiento del protagonista. La música de Bobby Krlic, conocido como Haxan Cloak, refuerza el tono sombrío con sintetizadores y guitarras densas, aunque algunos críticos consideran que añade peso innecesario a un guion ya cargado de atmósfera.
A pesar de sus irregularidades, Anemone funciona como carta de presentación para un joven cineasta con mirada autoral, al tiempo que devuelve a Daniel Day-Lewis a la pantalla con una actuación que reafirma su capacidad de transmitir dolor, culpa y resiliencia con una intensidad inigualable.
La cinta se suma al catálogo de producciones de Plan B Entertainment, compañía fundada por Brad Pitt, y confirma la apuesta de Focus Features por proyectos de corte independiente y de autor que encuentran su primera ventana en festivales de prestigio antes de llegar al gran público.