
La 13° edición del Festival Audiovisual Bariloche ya está en marcha. Desde este lunes 29 de septiembre hasta el 5 de octubre, la ciudad patagónica se convierte en un espacio que, más que un festival, se ha vuelto un territorio de conversación.
“Los invitamos a que cierren los ojos y revisen sus últimos 13 años y que vislumbren que a este festival le ha pasado, a este y a todos, lo mismo. Trece años es un montón de tiempo para sostener un proyecto cultural de manera interrumpida”, dice Lara Decuzzi, productora general del FAB. Su voz arrastra la memoria de una ciudad que aprendió a mirarse en la pantalla, y al mismo tiempo se proyecta hacia una región más vasta: la Patagonia, Argentina, Chile y, ahora, toda Latinoamérica.
El festival, organizado por la Secretaría de Cultura de Río Negro junto a instituciones nacionales y regionales, no es solamente un calendario de proyecciones: es un mapa donde se cruzan historias del sur y del continente. Este año, más de 1000 obras llegaron a la convocatoria. De ellas, 107 competirán en categorías que abarcan largometrajes y cortometrajes latinoamericanos, nacionales, binacionales (Argentina–Chile), videoclips, videodanzas, y proyectos en construcción.
“Fue un trabajo arduo del equipo de programación, con muchas reuniones, debates e intercambios. Queríamos mostrar la diversidad del panorama audiovisual en toda la región: documentales, ficciones, otras formas de narrar, otros idiomas, otras sensibilidades. Este año llegaron 1000 obras, un récord total para nuestro festival. Esa variedad y cantidad hizo que lo que teníamos en mente al principio tuviera que transformarse en realidad, y creemos que la programación es muy representativa de nuestro momento audiovisual, como país, región y también del mundo”, asegura Diego Carriqueo, director artístico del FAB.
La diversidad se traduce en la pantalla, pero también en los encuentros. Durante la semana, el FAB desplegará talleres de montaje, arte y producción; conversatorios sobre sustentabilidad en el cine; mesas sobre animación como lenguaje para viajar de la Patagonia al mundo; y espacios de formación con estudiantes de todo el país. “El festival es no solamente la invitación a ver películas de las 10 categorías que tenemos este año, que además incorporan largometrajes y cortometrajes latinoamericanos, sino también es una excusa, un deber casi, de encontrarnos a conversar sobre el audiovisual”, dice Decuzzi.
Brasil y el acento Latinoamericano
La apuesta latinoamericana se refuerza con la presencia de Brasil como país invitado. Dos directoras —Kátia Klock y Clara Antunes— llegan a Bariloche para presentar sus películas Luci y la tierra y El cuidado invisible. No vienen solas: traen consigo la potencia de un cine brasileño contemporáneo que, pese a las crisis políticas y económicas, sigue renovando lenguajes y conquistando pantallas. La presencia de Brasil en la Patagonia es también un gesto simbólico: un recordatorio de que los festivales son lugares donde los territorios dejan de ser fronteras y se vuelven puentes.
Carriqueo insiste en que el encuentro es la esencia del FAB: “El encuentro es una de las cosas más importantes del festival. Su fecha es en primavera, en Bariloche, un lugar que atrae gente de todo el mundo, y el festival da mucha importancia a realizadores y estudiantes de carreras audiovisuales. Esto creció exponencialmente: de generar espacio para alumnos de la zona, a recibir estudiantes de toda la Argentina”.
Ese espíritu de conversación atraviesa incluso al Mercado FAB, que por segundo año consecutivo busca conectar realizadores con productores, señales y plataformas. En palabras de Decuzzi: “La segunda edición del Mercado FAB, que si bien parecería ser algo un poquitito más antipático porque suena más frío, nosotros llamamos rondas de vinculación, no rondas de negocio, porque lo que hacemos es esto: sentarnos a conversar con un otro, con una otra, al respecto de cómo podemos llevar adelante nuestros proyectos”.
En paralelo, las infancias también tendrán su espacio con el Festivalito, la sección dedicada al cine pensado para los más chicos, y la muestra Nieve Roja (de El Bolsón) traerá un mosaico diverso de narrativas latinoamericanas y de género.
El FAB no quiere ser solo un festival: quiere ser memoria, espejo y porvenir. “Una fuerte participación federal con las 10 provincias que tienen áreas audiovisuales y leyes de incentivos y líneas de fomento. Así que este festival invita a que Bariloche sea algo más que una actividad turística: es también la promoción de una actividad cultural. Bienvenidos al FAB, los esperamos en Bariloche”, resume Decuzzi.
Carriqueo agrega, con la serenidad de quien sabe lo que significa llegar hasta aquí: “Que el FAB llegue a su 13ª edición es motivo de orgullo, considerando el contexto general. La apuesta de la Secretaría de Cultura y de la provincia de Río Negro nos llena de responsabilidad y compromiso. A nivel expectativas, buscamos que siga creciendo en público, calidad y cantidad de proyecciones, charlas y talleres. Algo que continúa en expansión es el Mercado, que vincula al ecosistema audiovisual con productores, señales y plataformas. Este año Brasil será el país invitado y Latinoamérica se suma a las competencias de cortometrajes y largometrajes”.
Así, entre lagos y montañas, el cine latinoamericano encuentra en Bariloche un lugar donde la conversación nunca se congela, aunque afuera sople el viento frío.