
San Sebastián, septiembre de 2025. La película Ungrateful Beings del cineasta esloveno Olmo Omerzu, radicado en Praga, fue presentada en el Festival de San Sebastián, ofreciendo una mirada distinta al tema de la anorexia adolescente. Lo que inicialmente parece un drama convencional sobre una familia en crisis se transforma en una historia con giros inesperados, ironía y hasta tintes de comedia negra.
El filme se centra en David (Barry Ward), un padre inglés separado que intenta sobrellevar las tensiones familiares junto a sus dos hijos: Klara (Dexter Franc), de 17 años, que padece un trastorno alimentario, y Theo (Antonin Chmela), de 13 años. A lo largo de unas vacaciones en la costa croata, David busca acercarse a sus hijos mientras lidia con la depresión y el rechazo de Klara, cuya resistencia a comer lo lleva al límite.
La situación da un giro cuando Klara se siente atraída por Denis (Timon Sturbej), un joven local con un pasado difícil. A instancias de Denis, Klara comienza a comer nuevamente, lo que coloca al padre en una encrucijada: aceptar la influencia del chico a pesar de sus sospechas. A partir de este punto, la trama se expande hacia terrenos más complejos, con la inesperada muerte del padre de Denis y las crecientes tensiones entre los personajes.
Una mirada original al drama familiar
El guion, escrito por Omerzu junto a Nebojsa Pop-Tasic y Kasha Jandackova, combina la exploración del dolor familiar con recursos propios de la comedia dramática. La historia avanza entre tensiones emocionales, choques generacionales y momentos irónicos, construyendo un retrato donde lo absurdo y lo trágico coexisten.
La madre, Laura (Barbora Bobulova), aparece avanzada la narración, lo que acentúa la fractura matrimonial. Su reencuentro con David, en medio del agravamiento del estado de Klara, conduce a escenas cargadas de ambigüedad emocional, donde el distanciamiento se convierte en la clave para reencontrarse.
Omerzu, reconocido por trabajos previos como Family Film, Winter Flies y Bird Atlas, retoma aquí su interés por familias disfuncionales y adolescentes en crisis. Sin embargo, en Ungrateful Beings apuesta por una producción más internacional, con diálogos en inglés y rodaje parcial en Croacia, lo que sugiere una clara ambición de distribución global.
El director maneja con habilidad el tono, evitando caer en el melodrama fácil y sorprendiendo con escenas que combinan dolor y humor. La influencia de cineastas como François Ozon es evidente, especialmente en la capacidad de alternar ironía y tragedia sin perder naturalidad.
El resultado es una película que desafía las expectativas: comienza como un drama sobre la anorexia, evoluciona hacia un relato de iniciación juvenil y culmina en una reflexión sobre la fragilidad de los vínculos familiares. El público se encuentra con una obra que, sin restar gravedad al tema, logra sostener un estilo ligero y astuto.