
viernes 26 de septiembre de 2025
Uppercut (2025) es una película engañosa. Si bien su título y su campaña de prensa presentaron a esta remake norteamericana de la alemana Leberhaken (2021) como una clásica película de ascenso en el boxeo, lo cierto es el que el deporte de los guantes funciona apenas como un telón de fondo que enmarca una historia en la que la superación y los aprendizajes de la vida están a la orden del día.
La idea de una mujer boxeadora que debe ganarse poco a poco el cariño y el respeto de su entrenador no es nueva. De hecho, recuerda inmediatamente a Millon Dolar Baby (2004) o la reciente La fuerza de una campeona (The Fire Inside, 2024). La película de Torsten Ruether (realizador también de la versión alemana) nunca reniega de ese linaje, sino que lo abraza para, a partir de allí, escribir su propio relato.
Ese relato está planteado en dos temporalidades. Por un lado, un presente que encuentra a Toni (Luise Grossman repitiendo el papel de Leberhaken) convertida en una poderosa manager de un joven boxeador al que, en la primera escena, busca inspirar de cara a una pelea clave. Por el otro, lo ocurrido ocho años atrás, cuando la joven Toni llegó al gimnasio de Elliott (Ving Rhames) buscando un entrenador. La motivación de la chica, es cierto, no parece muy creíble: mostrarle a su padre que puede ser mucho más que la “hija de”.
La película irá y vendrá entre ambos periodos, mostrando en paralelo cómo la chica va aumentando su valía ante un en principio reticente Elliott, quien no quiere saber nada con entrenar chicas (igualito que Clint Eastwood en Millon Dolar Baby), al tiempo que su discípulo del presente espeja buena parte de los hechos vivenciados por ella durante sus primeros guanteos. Pero lo cierto es que a Uppercut le interesa mucho más el vínculo humano entre entrenador y boxeadora que la suerte de su carrera.
Pródiga en diálogos íntimos que poco a poco revelan el núcleo más personal de cada uno, Uppercut casi que no incluye escenas de pugilato. Es decir, no es la película de acción que todo invitaba a suponer. Aunque peca por momentos de teatral, en tanto le cuesta convertir al gimnasio donde transcurre buena parte de la trama, el resultado es un film apela a la emotividad y la honestidad intelectual de dos personajes cuyo carácter opuesto no es otra que el principio de su atracción.