
jueves 25 de septiembre de 2025
Torres construye la experiencia de Laura con un ritmo pausado y una cámara que observa cada gesto. La protagonista, interpretada por Lara Yuja Mora, encarna la incomodidad de un cuerpo en transformación en un entorno también inestable. La puesta en escena utiliza luz natural y sonido como recursos narrativos, generando una atmósfera donde la naturaleza pasa de lo idílico a lo amenazante, reflejando el despertar a un mundo adulto donde el peligro para las mujeres es tangible.
El mito de la bestia de pelo morado funciona como núcleo alegórico del film. Este relato popular, repetido en voz baja por los habitantes, se convierte en un mecanismo para hablar del miedo a la violencia sexual y a la desaparición de mujeres. Sin recurrir a lo explícito ni al recurso sobrenatural, la película sugiere que los verdaderos monstruos pueden tener rostro humano. Así, el cine de Torres articula una mirada feminista que utiliza la fábula como herramienta de memoria y advertencia comunitaria.
El relato concentra sus giros dramáticos en el último tramo, dejando en el aire la sensación de que la construcción atmosférica inicial dilata en exceso la intriga. El reparto, que combina actores debutantes con figuras como la mexicana Teresa Sánchez, aporta un realismo que contrasta con los elementos líricos de la propuesta.
Con Si no ardemos, cómo iluminar la noche (2025), Kim Torres irrumpe en el panorama latinoamericano con una obra que habla de la adolescencia femenina y de la violencia estructural sin didactismo, confiando en la fuerza de las imágenes y los sonidos. Aunque su cadencia contemplativa pueda incomodar, la película se afirma como una fábula contemporánea que ilumina las sombras de un pueblo y de una joven en tránsito hacia la adultez.