
▲ La actriz argentina Jazmín Carballo en el 73 Festival Internacional de Cine de San Sebastián.Foto Afp
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efinitivamente hay una predilección del festival por el cine argentino, por encima de las otras cinematografías latinoamericanas. A pesar de la postura anticultural de la política de Milei, con su consecuente reducción en los presupuestos asignados para la producción cinematográfica, la presencia de títulos argentinos en San Sebastián ha seguido como si nada. De hecho, hay dos concursantes oficiales de ese país: Belén, de Dolores Fonzi, y L as corrientes, de Milagros Mumenthaler.
La primera es un horror. Se trata de la segunda película dirigida por la también actriz Fonzi, quien había debutado con la poco promisoria Blondi (2023), y ahora se ha basado en un caso de la vida real para contar la historia del personaje epónimo, una joven (Camila Plaate) que es internada en un hospital por padecer un dolor en el bajo vientre; ella sufre un aborto espontáneo y es injustamente encarcelada por ello. La abogada tucumana Soledad Deza (Fonzi, claro) toma el caso para poner a Belén en libertad y desata, en el proceso, todo un movimiento social entre mujeres que luchan a favor del aborto.
Con estructura reiterativa y aspecto de un telefilme, Belén no es otra cosa que un burdo producto panfletario que le predica a las ya convertidas a la causa. Ya anticipamos desde el primer fotograma que el juicio va a resultar a favor de la otrora víctima. Como podía esperarse de una película tan de fórmula, los asistentes a la función de prensa la recibieron con un clamoroso y largo aplauso. Sólo falta que el jurado le otorgue una Concha, lo cual sería irónico tratándose de una producción argentina feminista.
Si Fonzi peca de obvia, Mumenthaler se pasa al registro opuesto, pues su tercer largometraje es casi hermético. En su interesante tramo inicial, Las corrientes prescinde del diálogo para mostrar a una mujer profesional, Catalina (Isabel Aimé González-Sola) quien, tras recibir un premio, lo tira a la basura; luego se arroja desde un puente a las aguas de una ciudad suiza. De regreso a Buenos Aires, con su marido (Esteban Bigliardi) y su pequeña hija (Emma Fayo Duarte), sigue mostrando lo que parece ser una crisis depresiva, con su nulo interés por la familia, su apatía por un trabajo publicitario y su obsesión por la higiene de su cabello.
El problema es que la película deambula igual que la protagonista, intencionalmente inexpresiva. De repente, hay escenas de alucine, insinuaciones a un pasado lésbico, enigmáticas escenas de pinturas, o vistas de Buenos Aires con acertado acompañamiento musical. Todo es ambiguo, hasta la última escena, y ese es un valor, sin duda, en un mundo donde Belén pasa por buena película.
En la sección Perlak, se proyectó Bugonia, la más reciente colaboración entre el cineasta griego Yorgos Lanthimos y su actriz fetiche Emma Stone. En esencia, trata de un par de idiotas (Jesse Plemons, Aidan Delbis) que secuestra a una poderosa ejecutiva (Stone), porque creen que es en realidad una alienígena con planes de destruir a la humanidad. El director no puede ocultar el profundo desprecio por sus personajes y un sentido cada vez más desagradable de la crueldad. Con cada nueva realización, Lanthimos desmiente el interés que alguna vez tuvo su cine.
X: @walyder