
El recién nombrado director del Festival Internacional de Cine de Busan (BIFF), Jung Hanseok, asume el liderazgo en un momento decisivo para la cita cinematográfica más importante de Asia. Tras seis años trabajando como programador de cine coreano dentro del festival, Hanseok conoce de primera mano las dinámicas internas, los desafíos externos y las expectativas de la industria global. Ahora, su misión es revitalizar la identidad del certamen, reforzar la presencia del cine asiático en el mapa mundial y reconectar con el público, que ha disminuido en asistencia en los últimos años.
Su nombramiento llega después de un periodo convulso marcado por disputas con las autoridades locales, crisis presupuestarias y el reto que enfrentan todos los festivales internacionales: cómo mantener la relevancia en una época donde las plataformas de streaming han cambiado radicalmente el consumo audiovisual. Pese a ello, Jung se muestra optimista y convencido de que el BIFF puede convertirse en un espacio de referencia no solo para estrenos, sino también para reflexionar sobre el presente y futuro del cine asiático.
Renovar la identidad del festival y atraer de nuevo al público
Con motivo de su 30ª edición, Jung Hanseok ha querido imprimir una marca de renovación. El BIFF contará con 328 películas proyectadas en 31 pantallas, lo que convierte a la ciudad portuaria en un verdadero epicentro del cine mundial durante diez días. Invitados internacionales como Guillermo del Toro, Juliette Binoche o Michael Mann compartirán protagonismo con figuras clave de Asia como Bong Joon Ho, Lee Byung-hun y Tony Leung Kar-fai. Para Jung, este equilibrio es esencial: “Queremos reforzar nuestra identidad como festival centrado en el cine asiático, sin dejar de lado la conexión con Hollywood y Europa”.
Entre las novedades más destacadas, se encuentra la creación de una sección de competencia dedicada exclusivamente al cine asiático. Hasta ahora, el festival contaba con apartados como New Currents y Jiseok, que si bien eran reconocidos, no lograban dejar una huella significativa en la memoria del público ni de la industria. Hanseok asegura que este cambio busca dar mayor visibilidad a las nuevas tendencias, voces y estilos que emergen de Asia, convirtiendo al BIFF en un espacio competitivo y atractivo a nivel internacional.
A nivel de organización, el director también ha querido reforzar el carácter de festival centrado en la audiencia. Se han diseñado más actividades paralelas, encuentros con cineastas y una programación especial bajo el título Defining Moments of Asian Cinema, que busca repasar los hitos del cine asiático contemporáneo y reflexionar sobre sus próximos desafíos.
De cara al futuro, Jung Hanseok tiene claro que el BIFF debe servir como puente entre cineastas, industria y público. Aunque reconoce que el descenso en la asistencia a las salas es un problema estructural en Corea del Sur y más allá, considera que los festivales todavía tienen un poder único: ofrecer experiencias colectivas inolvidables. “El cine se vive en comunidad, y el BIFF debe ser ese espacio donde la gente recuerde por qué vale la pena ver películas en pantalla grande”, subraya.
Con esta visión, Jung inicia una etapa marcada por la presión, pero también por la esperanza de consolidar al Festival Internacional de Cine de Busan como una cita imprescindible para el cine mundial.